Noviembre 2001

Leer a oscuras

borja de miguel
Ceder al recuerdo

La "Correspondencia privada" de Esther Tusquets son cartas de amor -cuatro- y un epílogo que habla de envejecer y que lo tiñe todo de cierta nostalgia. Son historias recordadas que a pesar de estar ligeramente conectadas entre sí forman unidades independientes y completas en sí mismas. Con este libro Tusquets afirma concluir una etapa en la que las referencias autobiográficas han tenido un peso relevante en sus narraciones y reconoce que su estilo sigue tendiendo a la simplicidad, a reducir el barroquismo que ha caracterizado su escritura. Pero detrás siguen los mismos temas, sus preocupaciones que siempre nos acercan a la mujer y al amor, algo casi indisociable en su obra porque cree -estando cada vez menos convencida de que esto sea algo positivo- que la mujer tiende a supeditarlo todo al amor mientras que el hombre, quizás más ponderado, lo vive como algo más dentro de la totalidad de la vida. Asimismo, sostiene la teoría de que el hombre del futuro será más femenino y la mujer más masculina, y que en el camino a esta nueva realidad social la mujer sigue estando en desigualdad pero su ventaja es la de tener menos que perder, por lo tanto menos miedo y más que ganar. Un futuro más prometedor.

El libro comienza con la carta a la madre para pasar después por tres hombres que marcaron diferentes momentos de su vida y que permiten hablar de sí misma a una narradora muy próxima a la autora, aunque Tusquets avisa siempre que puede que el libro es ficción y no una autobiografía. Todos los relatos -porque en el fondo estas cartas son relatos que utilizan un "tú" para contar- se dan durante la época del franquismo y aunque no pretenden ser una crónica, sí buscan reflejar en parte algunas realidades sociales de aquellos años. De hecho, las cartas recorren la infancia, la época escolar, la universitaria y la madurez en los años 60 de la protagonista para desembocar en un epílogo que habla de eso, de lo que es hacerse viejo. Sostiene que envejecer es perder la necesidad -o la capacidad- de sentir el enamoramiento, esa verdad que no puede durar más que ciertos años y que siempre termina desapareciendo porque es imposible que una sola persona responda a todas las expectativas de una mujer.

Esther Tusquets nació en Barcelona en 1936, estudió Filosofía y letras en Madrid y Barcelona y a los 22 años tomó las riendas, junto a su hermano y su padre, de la editorial Lumen. Sus aportaciones en este mundo son innumerables pero cabe destacar que, a lo largo de su extensa trayectoria, consiguió que la calidad literaria primara sobre los intereses comerciales -gracias a éxitos sonadísimos como El nombre de la rosa que le permitieron apostar por otros títulos menos rentables- y que su labor editorial fue siempre muy bien considerada por el resto de compañeros de profesión. Ahora, y tras cuarenta años de dedicación, Tusquets está jubilada y afirma que no por ello va a escribir más y que si no ha sido más prolífica no se ha debido a la falta de tiempo.

Retomando su libro, Correspondencia privada no es una novela rompedora, es quizás una más de las que ya se han escrito. Sus historias de amor pueden entretener pero no llegan a impactar y sus alusiones al franquismo no aportan nada nuevo, más bien envejecen su literatura. Y es que cada vez es menor el porcentaje de lectores que vivieron aquella época o sienten aún la necesidad de hablar de ella. Esto puede hacer que el libro atraiga sólo a un grupo muy determinado de gente y queden fuera, sobre todo, los más jóvenes -algo que no pasó con sus anteriores novelas (El mismo mar de todos los veranos, El amor es un juego solitario, Varada tras el último naufragio), que, dada la realidad social del momento y el valor de las propuestas de Tusquets, gozaron de una mayor actualidad que los lectores y la crítica supieron apreciar. Se echa en falta ahora una continuidad o una evolución de esa interesante literatura. Y es que quizás envejecer sea también eso, desentenderse de la actualidad, disfrutar más del recuerdo.

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