Mayo 2001

Perfiles

blanca gago domínguez
Angel González

La obra de Ángel González (Oviedo, 1925) se enmarca dentro de la llamada “generación de 1950 o los niños de la guerra”, aquellos escritores que contemplaron desde pequeños la sociedad mediocre y resignada de la posguerra y la dictadura franquista. Autores como Gil de Biedma, Valente o el propio Ángel González constituyeron un grupo en el que se forjaron relaciones amistosas y literarias de gran importancia, como ha demostrado el paso del tiempo.

Acabados sus estudios universitarios en Madrid, el autor asturiano pasó a formar parte de los poetas profesores que, como Salinas o Valente, han desarrollado su carrera casi siempre en el extranjero, marcados por un exilio difícil pero claramente enriquecedor. Desde su cátedra de profesor de Nuevo México, Ángel González ha sabido mantener durante toda su trayectoria poética y filosófica una actitud clara y consecuente, que sitúa su obra por encima de cualquier circunstancia y contexto histórico. Es ahí, pues, donde reside la validez universal de este autor, cuya poesía habla del hombre, no como ente abstracto sino como ser vivo. Es un hombre que ama, que tiene miedo, que se levanta cada mañana para ir a trabajar. Y el poeta es uno más de estos hombres, que nunca podrá situarse en un plano superior, privilegiado: “yo, prisionero sin número y sin nombre”. Por esta razón la poesía de Ángel González -reunida en Seix Barral con el título Palabra sobre Palabra y periódicamente reeditada- es especialmente cercana y terriblemente sincera. A pesar de ello, la ironía y el doble sentido juegan una función muy importante, y es que, como muchos otros, el autor asturiano tuvo que desarrollar el don que le permitiera decir lo quería –esto es, ofrecer una escapatoria, una alternativa a tanta desesperanza- sin que la censura se diera cuenta. Sólo así pudo publicar la totalidad de su obra en España desde su juventud hasta 1975.

A partir de 1993, fecha de su jubilación en Nuevo México, Ángel González retomó activamente el contacto con la vida cultural y social de su país. Su ingreso en la Real Academia y la obtención del V Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana –ambos en 1996- le valieron el reconocimiento definitivo a su obra y a su gran aportación a la poesía española. Ésta ha atravesado periodos difíciles, después de la dispersión del grupo del 27, el fin de la Edad de plata y los largos años de dictadura. Durante todo ese tiempo, y hasta la actualidad, los poemas de Ángel González han hecho frente a la incertidumbre y el miedo; cada uno de ellos es un viaje siempre hacia delante, lleno de fuerza y confianza en el hombre, en el mundo asombroso que tiene ante sí.

Paralelamente a su trayectoria poética, el autor asturiano ha escrito varios ensayos en torno a la obra de Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado o Gabriel Celaya. Apasionado de la música y folclorista amateur, intenta desde hace varios años recoger el folclore musical olvidado por la zona astur-leonesa, para crear un corpus que permita rescatar las canciones tradicionales. Sigue ejerciendo, además, como crítico y periodista, cumpliendo así con un compromiso lúcido y solidario iniciado en su juventud y cuyos frutos quedan para siempre en las manos de cada lector.

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