Junio 2001

El Caballo de Troya

amado gómez ugarte
Estancados

Somos muy listos. Capaces de inventar aparatos que nos hacen la vida más fácil o de enviar satélites a la inmensidad del universo para recoger información pormenorizada de los mundos más lejanos. Los avances tecnológicos y científicos nos abren las puertas de un futuro en el que el ser humano dominará su relación con el tiempo y el espacio, se vivirán más años y se viajará con mayor rapidez y seguridad. Las enfermedades serán diagnosticadas con gran antelación, a través del análisis del ADN, y se podrá actuar contra ellas con notables posibilidades de acierto. Todo muy bonito. Pero no sólo de pan vive el hombre. En lo referente a los conceptos de ética, moral o simplemente de conducta social llevamos un gran retraso. De hecho, de unos años para acá, se han extendido por el mundo ideologías nacionalistas totalitarias y excluyentes, basadas en criterios patrióticos y raciales, que no respetan los Derechos Humanos, la vida, la libertad de expresión. Que buscan imponer por la fuerza y por la sangre sus doctrinas a todo el resto de la sociedad. En la vida cotidiana, basta leer el periódico cualquier día del año para comprobar que la violencia domina a la cordura. Las mujeres padecen esa violencia con demasiada asiduidad, también los niños. Los que menos ejercen la fuerza son los que más la sufren.

Y lo peor es que nos vamos acostumbrando a aceptar con la normalidad de lo habitual lo que es intolerable. La tabla de valores que rige nuestros sentimientos se está degradando como el batir de las olas horada la costa. Leemos la página de sucesos o la de atentados terroristas con la misma pasividad, cercana a la indiferencia, con que se pliegan las páginas de un libro leído y releído, una historia de la que ya sabemos el final. Sin embargo, lo más frívolo, trivial, insignificante, nos atrae sobremanera. Ahí está como lacerante ejemplo los índices de audiencia televisiva del "Gran Hermano" o la proliferación de programas fútiles que tratan sobre la vida y pecados de los famosos y famosillos de temporada. Es decir, que preferimos lo superficial a lo interior, el acto irreflexivo al pensamiento crítico. Nos hemos acomodado a una vida elemental, pueril, epidérmica, hedonista y vacía de alma.

No me extraña que Saramago vea el mundo como un desastre total, una nave que hace aguas por todos sus costados. Tampoco me extraña que se lave las manos y rechace que los escritores deban asumir un "compromiso social". Bastante trabajo tienen los escritores con sobrevivir en una profesión tan depauperada como para intentar imitar al gigante Atlas, cargando sus espaldas o sus conciencias con el peso del mundo. Que se ocupen los políticos, que ellos son los que han favorecido el detritus moral en que nos movemos. Que promuevan la cultura, la tolerancia y la libertad, que legislen al efecto y se preocupen de obtener buenos resultados, lo mismo que lo hacen cuando se trata de afianzar la economía del país. La ética no cotiza en Bolsa, desde luego, pero es un valor imprescindible si queremos mirar al futuro y soñar que la civilización siga existiendo.

De no ser así, por mucho que las ciencias adelanten que es una barbaridad, nosotros permaneceremos estancados.

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