Julio 2001

Don de la ebriedad

pradip j. phanse / txema g. crespo

“Siempre la claridad viene del cielo;/ es un don: no se halla entre las cosas/ sino muy por encima, y las ocupa/ haciendo de ello vida y labor propias./ Así amanece el día; así la noche cierra el gran aposento de sus sombras”. Este es el comienzo de uno de los poemario capitales de la lírica escrita en español del siglo pasado, “Don de la ebriedad”, que Claudio Rodríguez escribió rozando la veintena.

Es difícil de encontrar este lirismo en los millones de jóvenes que se embriagan los fines de semana después de haber consumido distintas drogas legales e ilegales. Sin embargo, el poeta zamorano (recientemente fallecido y de quien era conocida su afición a los buenos caldos) es uno de esos privilegiados que consiguen lo mismo trascender con la palabra que con un buen vino de Toro, no tan lejos de su Zamora natal, o un whisky escocés de malta.

Eso sí, la trascendencia que se logra mediante la ingesta de determinadas sustancias no está al alcance de todos. No se predica en esta ocasión una suerte de elitismo, sino una defensa del sentido común. Los más sabios descubren maravillosas propiedades en el LSD (Huxley, Jünger, Graves, Escohotado); los más ignorantes se vuelven locos. La diferencia, la dosis más que el currículum de cada uno.

Y, sobre todo, un respeto a lo que suponen las sustancias que modifican la conciencia, el mismo que se tiene ante la creación artística.

Ahora que llega el verano, tiempo ideal para disfrutar de la fiesta, no está de más recordar que esa trascendencia y el goce también se pueden encontrar de otros modos. Ahí está el ejemplo de algunos elegidos, como Hildegarda von Bingen, Teresa de Jesús o Juan de la Cruz quienes llegaron a alcanzar la comunión mística sin tener que recurrir (en teoría) ni siquiera al peyote que nos aconsejaba el Don Juan de Carlos Castaneda.

Y, como en capítulos anteriores, la moraleja final: queridos amigos, disfruten de las bebidas y sustancias espiritosas que enaltecen el espíritu (de ahí el nombre) sin que hagan mella en su forma física. Es un consejo de los seguidores de Claudio Rodríguez y tantos otros.

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