Julio 2001

El Caballo de Troya

amado gómez ugarte
Servir al hombre

Recuerdo un magnífico relato de Damon Knight en el que llegaban a la Tierra unos amables extraterrestres, trayendo grandes progresos médicos y científicos que ayudaban grandemente a la humanidad. Desaparecían las enfermedades y el hambre era erradicada, y todos los habitantes se ponían felices y gorditos. Se organizaron, al mismo tiempo, viajes espaciales de intercambio cultural, para que numerosos grupos de terráqueos pudieran visitar el planeta de los generosos extraterrestres, y los que obtenían plaza se sentían afortunados. Todo maravilloso. Hasta que uno de los complacidos candidatos al viaje de intercambio, experto en lingüística, se apropió por curiosidad de un libro que llevaban los extraterrestres, escrito en su extraño idioma. Cuando logró descifrarlo comprobó que se titulaba: <<Cómo servir al hombre>>. Lo único malo es que al seguir leyendo descubrió que se trataba de un libro de cocina.

Los políticos se pasan también la vida haciendo creer a sus votantes que están ahí (en sus cargos) para servir al hombre, cuando la realidad es que se sirven de él. En sus discursos siempre tratan de embarcarnos en sus naves nodrizas, para que sirvamos de alimento a sus intereses de asentamiento en el escaño. Las bellas promesas, las grandilocuentes frases hechas de los grandes partidos son pura y simple salsa, caldillo, condimento, ajilimójili, con que aderezarnos las carnes y dejarnos listos y sabrosos para hincarnos el diente. Lo que de verdad les interesa es repartirse entre ellos las raciones del condumio electoral, para que todo continúe como estaba. Que nadie remueva el puchero y descubra los tropiezos. De modo que cuando hablan de progreso, trabajo y futuro para la colectividad social, lo que de verdad están cociendo, cocinando con esmero, es su privado y particular progreso, su trabajo garantizado y bien remunerado y sus magníficas pensiones vitalicias que les garantizarán un futuro digno. Al igual que los extraterrestres de Knight su mérito está en saber conducir el rebaño humano en provecho propio, haciéndoles creer que es por el bien común.

Otros que se aprovechan descaradamente del hombre (como género) son los escritores -sabandijas de la palabra- que no hacen otra cosa ni tienen otro mérito que el de copiar, plagiarse entre ellos y plagiar constantemente la realidad, aunque a veces la disimulen maquillándola con los afeites de la magia y la imaginación. Y encima son presentados (o se presentan a sí mismos) como paradigmas de la creatividad. Y todo lo hacen para vender libros en los que le cuentan a la gente historias que primero la gente les ha contado a ellos. De hecho, la literatura es el arte de fotocopiar la vida, y lo único que cambia es el tipo de papel.

La diferencia está en que los escritores construyen la ficción a partir de la realidad y los políticos construyen su realidad muchas veces a partir de la ficción. De manera que mejor no fiarse ni de terrestres ni extraterrestres que vayan por ahí haciendo alarde de sus desinteresados servicios prestados a la humanidad. Por si acaso.

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