Diciembre 2001

Gestión del Patrimonio (I)
juan carlos prieto

Asumido que estamos inmersos dentro de una economía de corte capitalista en la que se prima el desarrollo de la sociedad a través del intercambio, comercialización y venta de productos derivados del sector primario y secundario a través del desarrollo del sector terciario o de servicios que establece el sistema de organización y dispone las reglas del juego, quedan abiertas todas las puertas, o al menos teóricamente, de cara a promover cualquier tipo de mercado o sistema que permita establecer la posibilidad de acceder a cada ciudadano a un mercado de trabajo, a una vivienda, un modelo libre de familia, una cobertura social, etc.

En definitiva se ha promovido un principio que es el estado del bienestar a través del, supuestamente, libre mercado. Occidente ha desarrollado este modelo sin ningún tipo de limitación hasta que ha ido consumiendo sus recursos primarios o hasta que las circunstancias derivadas de los movimientos poblacionales han alterado de forma radical sus previsiones, poniendo en peligro un sistema que sin estar consolidado ha manifestado importantes síntomas de fragilidad.

Ante esta situación la sociedad reacciona y se lanza a la búsqueda de nuevos mercados, o en un idioma más contemporaneo, nuevos yacimentos de empleo. Las nuevas tecnologías, las energías alternativas o la globalización de la economía se han convertido hoy en protagonistas del inicio de un nuevo milenio.

El desarrollo del turismo se ha visto, también, inmerso en este tipo de cambios, de las vacaciones tradicionales de sol y playa que de forma más o menos popular estaban al alcance de una gran parte de ciudadanos se ha ido progresando hacia un turismo cultural provocado por el incremento del nivel cultural de la población debido a la socialización de la cultura y el conocimiento, y el crecimiento del interés hacia las raíces y la historia de los pueblos como señas de identidad. Esto sumado a la necesidad de renovar nuestro patrimonio histórico artístico, en un lamentable estado de conservación por falta de recursos, el agotamiento de las antiguas tramas urbanas y la necesidad de contar con nuevos espacios que la ciudad moderna en ocasiones no es capaz de proporcionar, nos ha llevado a replantearnos en las últimas décadas la visión que teníamos sobre la utilidad de un patrimonio que hasta entonces no había sido más que una carga muy pesada.

Esta búsqueda de nuevas formas de desarrollo económico ha descubierto que los restos de antaño pueden ser las rentas de hogaño, para conseguirlo tan sólo hay que poner a trabajar los mecanismos tradicionales de rentabilización de los recursos, basado en un inmejorable producto (oferta) y un buen número de ciudadanos con la necesidad de consumir cultura (demanda). Para ello debe aparecer la figura que establezca los mecanismos de presentarlo en las mejores condiciones de conservación, con todos los condicionantes económicos que deberá resolver a través de la explotación del propio patrimonio, y que presente el producto ofreciendo todos los valores intrínsecos de la propia obra de arte.

Esta figura es el gestor de patrimonio que debe saber conjugar la riqueza monumental de un territorio, introduciendo todas las variables (de uso, de tratamiento, etc.), necesarias para su utilización, con la proyección hacia una sociedad que en estos momentos es capaz de evaluar e incorporar a sus valores una riqueza histórica de la que se siente protagonista.

Juan Carlos Prieto Vielba
Arquitecto
Fundación Santa María la Real-C.E.R.

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