Diciembre 2001

enrique gutiérrez ordorika
Campos de batalla

Hoy en día abunda el vagabundeo de espectros por campos de batalla tan poco visibles como irrespirablemente reales. Son paisajes que aparecen una y otra vez en el monitor televisivo y de tanto mirarlos uno los deja de ver. Son paisajes que se observan desde el confortable sillón del salón de casa, en un aparato sobre el que a diario se posan miles de aburridas y desoladas miradas que no hacen sino constatar continuamente -como el hastiado protagonista de Ampliación del campo de batalla de Michel Houellebecq- que "a este mundo le falta de todo, salvo información suplementaria".

Sí, le falta de todo porque, aunque parezca contradictorio, algunas sobreabundancias conducen a la nada, como, a veces, conllevan la misma incomunicación el silencio y los excesos de ruido. La importancia de un hecho se mide en segundos de emisión dictados por una abstracción llamada índice de audiencias. Nada es relevante, todo es relativo. El payaso compite en el audiómetro con el político, la echadora de cartas, la víctima de la catástrofe o el relato del asesino.

La imagen de jóvenes afganos afeitándose en una barbería de Kabul mientras escuchan una versión musical de Mr. President de Randy Newman, se emite apenas una fracción de segundo después de que haya desaparecido en la pantalla la larga estela de humo de un B52 en vuelo. No vemos lágrimas ni cementerios. Una mujer se levanta el burka y bebe de un lata de coca-cola posando para un anuncio subliminal.. La chispa de la vida. En un estadio repleto, un gran elenco de estrellas del cine y de la canción rinden un sentido homenaje a las víctimas de New York. El locutor destaca que junto a Tom Cruise está Penélope Cruz. No vemos uniformes, sólo barras y estrellas. Entre los que aplauden con entusiasmo el Imagine de John Lennon paradójicamente hay muchos partidarios de la guerra.

Estamos instalados en pleno centro del abigarrado mosaico mediático de un gigantesco basurero visual, en el que con indolente rutina se entremezclan imágenes de un codazo de Rivaldo con la crónica del último revolcón de una aspirante a vedette o la atrocidad de un hombre uniformado segando de un machetazo el brazo de una niña en Ruanda.. Nada parece escapársele a las pupilas de la cámara. Cambiamos de posición en el sillón. Estamos informados. Vemos pero, sin embargo, enseguida olvidamos lo que vemos.

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