Diciembre 2001

Desde dentro

mari carmen imedio
Difícilmente refutable

Es fácil demostrar cuántas lesiones nos produce el modo de vida que llevamos. Una de las pruebas del daño sufrido es el desgarro de una persona de treinta y un años que acata sin más el efecto aniquilador de una parte del mundo; alguien que no ha aprendido todavía a combatir una realidad que margina a quien no cultiva los valores en ella contenidos. Este hombre lo daría todo para que no viéramos la muerte como solución a ningún problema; su altruismo lo empuja a hacernos descubrir que no necesitamos trabajar tanto ni precisamos tantas cosas; y se sentiría pletórico si pudiera respirar una sociedad más limpia.

Pero nuestro sistema ha estado a punto de destrozarlo. Antes de abandonar su actitud de irresolución, él notaba demasiadas diferencias entre lo que existe y lo que cree debería existir. Aunque se consideraba responsable del sentir general, rechazaba que los demás no quisieran cambiar la realidad para modificar las relaciones personales, desligándolas del interés económico que en muchos aspectos rige nuestras vidas. Agonizaba dividido entre el camino fácil de los ricos y el sendero impracticable del resto. Se venía abajo cada vez que las teorías de los libros no eran puestas en práctica por la mayoría. Y sus opiniones eran excluyentes como defensa ante el carácter avasallador de las que imperan en medio de tan poca disidencia. Estaba tan perdido que hace un mes el apoyo de un psicólogo le parecía un capricho sin razón de ser: "¿Cómo voy a gastar en psicoanálisis no sé cuánto dinero, si hay familias que no tienen lo imprescindible?". No tendríamos por qué sentirnos tan fracasados y desorientados como este hombre para mostrar el grado de consciencia que él ha empezado a alcanzar. Por eso, ojalá sepamos cuándo tocamos fondo; así intuiremos hasta dónde podemos descender y cuál es el límite que abre la salida del túnel.

En Malestar en el tiempo John Zerzan escribe que "en la sociedad psicologizada, los conflictos sociales de todo tipo se trasladan automáticamente al campo de los problemas psíquicos; así podrán achacarse a los individuos como asuntos privados suyos". Sin embargo, el psicoanálisis contribuye a que el ser humano sea dueño de sí mismo haciéndole desmenuzar sus deseos, aprensiones y bloqueos, entresijos todos que el propio sujeto lucha luego por ensamblar a voluntad; es un monólogo y un diálogo, un método de reflexión que le permite a uno decidir si quiere cuestionar las aparentes verdades que situamos en la base de nuestro mundo. Esto lo niegan quienes repudian la psicología olvidando que uno de sus objetivos puede ser la misma reforma de la realidad que ellos persiguen; es como si quien no ha evitado que empiece a ahogarme en un mar contaminado quisiera impedir que me agarre a un palo de madera por miedo a que también esté infectado. Quizá por eso Gustavo Vidal mantiene en Vidas anarquistas que "sin duda son muchos más los que sembraron cultura libertaria, es decir, el saber, el conocimiento, como medio de emancipación; el pensamiento racional, libre de prejuicios, en su función de motor del cambio social".

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