nº 167 • Octubre 2015

Espacioluke

Antonio Maura

Voces brasileñas: Carlos Nejar

Carlos Nejar (Porto Alegre, Brasil, 1939). Miembro de Número de la Academia Brasileña de Letras y de la Academia Brasileña de Filosofía, además de prestigioso jurista. Tiene publicados más de cuarenta libros de poesía, que acaban de editarse en dos volúmenes: Poesia reunida I (Amizade do mundo) y Poesia reunida II (Jovem eternidade). Es Premio Nacional de Poesía Jorge de Lima (1971); Premio Fernando Chinaglia, de la Unión Brasileña de Escritores (1974); Premio Luísa Cláudio de Souza, del PEN Club de Brasil (1977); Premio Érico Veríssimo (1981); Premio de Poesía de la Asociación Paulista de Críticos de Arte (1999) y Premio Machado de Assis, de la Biblioteca Nacional de Brasil (2000), entre otros

Poemas


Las ondas finales de Virginia Woolf, en el Condado de Sussex

Viví entre ondas
y apenas tal vez
fuese una de ellas.
Morí, dejando
el bastón. Sí,
era el amparo,
la única servidumbre
del existir, o llevar
las piernas del alma.
Y hasta ella me pesaba
sin tener amarra,
o apoyo humano.
Ni las obstinadas
cosas. Entre
en el río Ouse,
que osó acogerme,
poco a poco,
así como algunos conocidos
o íntimos no me acogieron,
tal vez por estar ya
entre los muertos
sin que me diera cuenta.
Llené de piedras
los bolsos de la chaqueta,
como de piedras
llené este respirar
sonoro. De piedras,
los pies y ambiciones.
Ataba palabras
con piedras. Mi
matrimonio con
el bueno de Leonardo
era de piedra.
Y seguía presa
al día, una gran
piedra. Llené
el alma de piedras
y entré en las aguas
y era fría la carta que dejé
a mi marido y mi hermana
Vanessa, con una
piedra también de frases
inconexas. Como
el destino. “Estoy
enloqueciendo
de nuevo” –escribí.
Y fueron las ondas
de enloquecido
fragor. Fueron las
piedras en el corazón.
Fue el bastón que
no quiso ya ser
mío: otro cogí
incurable y menos
torpe. Me curé
despacio de la muerte.


Juan de la Cruz

Yo, Juan de la Cruz. Podía
ser Juan de los Pájaros.
Pequeño y tan flaco de cuerpo,
que vivía levemente, un viento
me llevaba, como hoja
de nogal en la tormenta.
Y el éxtasis me quema
y me transporta
al Dios que me persuade.

Sí, vivo con levedad, como
la de los peces, frutos, leche.
Y que la noche me tienda
en su abrasado sufrimiento.
El sayal, las sandalias de cáñamo,
el cuaderno de versos. Las hierbas
y los lirios muestran como
se puede existir con aire de nadas,
pulgadas de agua y sueño.

En Medina del Campo me encerraron
en una cárcel, como a burro
en oscuro establo. ¿Cómo
fijar mi levedad entre rejas,
humedad sonora, techo, cuando
tengo plumas en los pies y levitar
es propio del alma? ¿Cómo asentar mi llama
lejos de la candela? No, no quise morir,
allí. Arranqué la cerradura, con una cuerda
me deslicé por la ventana y puse los pies
en las calles. Nadie vio que yo levitaba.
Perdonadme, hermanos, tuve que salir
de esa almendrada jaula, que no
era granero, sino infamia, destierro,
tumba. Soy, a veces, despreciable,
poco indulgente, no santo,
no, si me tirasen a un pozo,
¿quién sabría? Dios en el comienzo,
fin. En su amor me consumo.
Y de levedad, el día y el camino
ni se dan cuenta de mí.


Teresa de Ávila, el soplo divino (Trad. Alencar)

En toda alegría,
Señor, estás cerca.
No oso, en el destierro,
decir que me faltas,
porque vas entero
a lo que la muerte mata,
pero el amor no suma.
Si la muerte da hambre,
la vida es saciada.
Y por ti me muero
y no tiene etapas.
Este gozo es nada
si sufrir es sueldo,
el exultar de la amada.
Por eso no muero,
pues jamás se acaba
el placer al alma.
Y si en ti me pierdo
me quitas esta carga
de rendirme al tiempo
cuando la paz me salga.
No molesta al águila
levantar las alas,
donde el aire es espeso
yergue su morada.
Y en el amor, el espíritu,
El anhelo infinito
Sube junto a las aves.
Oh Señor, acudo
A tu fuego suave.
Y por ti no muero
de morir. Se abre
lo que todo muda,
lo que todo sabe.
¿Por qué me atormentas
con tal beatitud?
Más noble es la virtud,
nulo, nulo, el esbozo
que nos turba el mundo.
¿Por qué me navegas
el alma?, ¿por qué me punzas
en quemar el mosto
cuando el vino es rojo?
No padece el cuerpo.
En la efusión me cimbras.
Gracias que se elude
ser terrena: eterna.
Aún cuando ciega.
Como mariposa,
vivo en tu capullo.
Despojada celda:
es mi alma toda.
Entras en el silencio
de este amor sin treguas.
Entras para las bodas.
Sin embargo, tu visión,
pura inteligencia,
donde la teología
languidece de ausencia
y el rumbo desvía.
Cuando soy privada
de vivir, me toma
susurro celeste,
me siento esposada.
¿Qué júbilo es este
de llevarme a flote?
A tus pies yo clamo.
Contrita, me adornas
de llama tan alta.
Te tengo, mi amo.
Nada más reclamo.
Dios, sólo Tú me bastas.


Poemas Originales

AS ONDAS FINAIS DE VIRGÍNIA WOOF, NO CONDADO DE SUSSEX

Vivi entre ondas
e talvez apenas
fosse uma delas.
Morri, largando
a bengala.Sim,
era o amparo,
a única serventia
de existir, ou levar
as pernas da alma.
E até ela me pesava
e não tinha liame,
ou arrimo humano.
Nem nas relutantes
coisas. Entrei
no rio Ouse,
que me ousou
acolher, aos poucos,
como alguns conhecidos
ou íntimos não me acolheram,
ou talvez por já estar
entre os mortos,
sem me dar conta .
Enchi de pedras
os bolsos do casaco,
como de pedras
enchi este respirar
sonoro. De pedras,
os pés e ambições.
Amarrava palavras
com pedras.Meu
casamento com
o bom Leonardo
eram pedras.
E continuar presa
ao dia, uma grande
pedra. Enchi
a alma de pedras
e embarquei na água
e era fria e deixei carta
ao marido e à irmã
Vanessa, com uma
pedra também de frases
desconexas. Como
o destino.E “estou
enlouquecendo
de novo”-escrevi.
E foram as ondas ,
de enlouquecido
fragor. Foram as
pedras no coração.
Foi a bengala que
não quis mais ser
minha: outra tomei,
incurável e menos
trôpega. Curei-me
devagar da morte.


JUAN DE LA CRUZ

Eu, João da Cruz. Podia
ser João dos Pássaros.
Pequeno e tão fraco de corpo,
que em leveza vivia, um vento
me empurrava, tal folha
de nogueira em tempestade.
E o êxtase me arde
e me transporta
ao Deus que me persuade.

Sim, vivo de leveza , como
outros de peixes, frutos, leite.
E que a noite me deite
no seu abrasado sofrimento.
O burel, as sandálias de cânhamo ,
o caderno de versos. As ervas
e os lírios mostram quanto
se pode existir com o ar de nadas,
polegadas de água e sono.

Em Medina do Campo encerraram-me
no cárcere , tal um burro
em escuro estábulo. Como
segurar minha leveza em grades,
umidade sonora, teto , quando
plumas tenho nos pés e levitar
é da alma. Como segurar minha chama
longe da candeia ? Não, não quis morrer,
ali. Arranquei a fechadura, com corda
resvalei pela janela e pus os pés
nas ruas . Ninguém viu que eu levitava.
Perdoai-me, irmãos , tive que sair
dessa amendoada gaiola , que não
era celeiro, mas infâmia , desterro,
cova. Sou , às vezes ,desprezível,
pouco indulgente, não santo,
não, se a um poço me atirassem,
quem saberia? Deus no começo,
fim .Em Seu amor me consumo.
E de leveza, o dia e o rumo
nem se dâo conta de mim.


TEREZA DE ÁVILA, OU DO SOPRO DIVINO

De toda a alegria,
Senhor, estás perto.
Não ouso em desterro
dizer que me faltas,
por que vais inteiro
no que a morte mata,
mas o amor não some.
Se a morte dá fome,
a vida é saciada .
E por ti me morro
e não tem etapas.
Este gozo é nada,
se sofrer é soldo,
o exultar da amada.
Por isso não morro,
pois jamais se acaba
no prazer a alma.
E se em ti me perco,
tiras-me esta carga
de render-me ao tempo,
quando a paz me salga.
Não molesta a águia
de alçar as asas,
onde o ar é espesso
ergue a sua casa .
E no amor, o espírito,
o anseio infinito
sobe junto às aves.
Ó Senhor, acorro
ao teu fogo suave.
E por ti não morro
de morrer. Se abre
o que tudo muda,
o que tudo sabe.
Por que me atormentas,
com tal beatitude ?
Mais nobre é a virtude,
nulo, nulo , o esboço
que nos turba o mundo .
Por que me navegas
a alma, por que punges
em queimar o mosto ,
quando o vinho é rubro ?
Não padece o corpo.
Na efusão me vergas.
Graça que se ilude
ser terrena: eterna.
Mesmo quando cega.
Como borboleta ,
vivo em teu casulo.
Despojada cela :
é minha alma toda.
Entras no silêncio
deste amor sem tréguas.
Entras para as bodas.
Porém, tua visão ,
pura inteligência,
onde a teologia
definha de ausência
e ao rumo desvia.
Quando sou privada
de viver, me toma
murmúrio celeste ,
sinto-me esposada.
Que júbilo é este ,
a levar-me à tona ?
Aos teus pés, eu clamo.
Contrita, me ornas
de chama tão alta.
Tenho- te, meu amo,
Nada mais reclamo.
Deus, só Tu me bastas.