nº 165 • Abril - Mayo 2015

Espacioluke

Pedro Tellería

Cuadernos Oxford

Cuando tengo ganas de irme escucho "La balsa" y cuando escucho "La balsa" tengo ganas de irme.

Sólo tengo ocho versiones de "La balsa". Para los despistados, "La balsa" no es ni el cuadro de Géricaoult ni la novela de Choplin, sino el himno que publicaron Los Gatos en 1967. Los Gatos son una de las madres del invento en Argentina. Y Litto Nebbia (teclista, compositor, arreglista, productor, cantante, pandeterista) es uno de los padres de esas madres australes del invento.

Cuando tengo ganas de irme escucho "La balsa" y cuando escucho "La balsa" tengo ganas de irme. De irme o de quedarme dentro de la canción, que es el sueño de todo musiquista: vivir en las melodías.

La versión primitiva desprende todo el aroma de las producciones de la época. Cómo suena la caja, ¿verdad? ¿Y el teclado? ¿Un pelín machacón? Magnífico.

Tengo otra versión de Moris Birabent mucho más marcial y angulada, ochentera, con esa sudorosa prisa adolescente que transpiraba el autor de "Sábado noche". Y otra de Los Gatos con Fito Páez, otro tipo lleno de sobreexitaciones. Otro tipo que también da la sensación de querer irse siempre. Como Calamaro, acompañado en la versión en directo por, claro está, Ciro Fogliatta, otro trozo de pedazo de cacho de Los Gatos.

Caminemos hasta la orilla. Olamos el horizonte. Juntemos palitos. Construyamos la balsa. "Tengo que conseguir de donde pueda".

Y naufraguemos.