nº 165 • Abril - Mayo 2015

Espacioluke

Antonio Maura

Voces brasileñas. Claudio Murilo: El susurro de los instantes

La poesía, como la impresión fotográfica, pretende fijar el momento. La fotografía, o instantánea, detiene el tiempo en un punto de su discurrir incierto e imparable. Por su parte, la poesía también está hecha de instantáneas, es una impresión interior, podríamos decir, un daguerrotipo de la conciencia, que deja su impronta en la memoria.

La poesía es la potencia del instante capturada por el lenguaje. El tiempo es fugaz, inasible, inconmensurable y continuo, fluido que, al igual que las aguas de un río mueven las aspas de un molino, hace girar las agujas del reloj. El tiempo y la poesía articulan nuestros gestos, trazan los contornos de nuestro cuerpo interior y de nuestra imagen externa. El tiempo esculpe nuestras arrugas, labra nuestro perfil íntimo, también la poesía, pues gracias a ella nos reconocemos en los momentos de vida que condensó, en las palabras que talló, en las ideas y sentimientos que dibujó. No es el reloj quien mide el tiempo, sino la conciencia, y la poesía es su huella, su rastro en la arena.

Es poesía del momento, con su aureola de belleza, brillos y sensaciones, la que plasma en sus poemas Claudio Murilo, poeta carioca y brasileño, quien con su barba blanca, magnánima, semejante a la de Walt Whitman, con su mirada honda y transparente, recupera en sus palabras los enigmas de una tarde frente a la laguna, un paseo bajo la lluvia en Santiago de Compostela, una lectura de Jorge Guillén o el estampido de un disparo a quemarropa.

En su obra se entrelazan la poesía y la vida, recordaba Carlos Drummond de Andrade al hablar del poeta. “El poder de la imaginación y el choque de lo real en la poesía de Claudio Murilo forman la simbiosis del Universo”, afirma Carlos Nejar, cuya poesía fue también recogida en esta sección de “Voces Brasileñas”. “Sus versos, austeros y tal vez lacónicos, no gritan ni nos hieren con sus parcas aristas, más bien susurran”, comentaba el recientemente fallecido Ivan Junqueira. Al fin, son impresiones diversas para una obra hecha de vida, imaginación y plasma, de voz interior, impresión e instantánea, como mágico reflejo tanto del cosmos como de la partícula de realidad en el que se refleja.

Claudio Murilo cuenta con más de veinte libros publicados entre los que destacan A velhice de Ezra Pound, As guerras púnicas y Caderno de Proust, que obtuvo el Premio Nacional de Literatura en Brasil. Como ensayista ha publicado O círculo virtuoso sobre la poesía de Machado de Assis. Ha sido profesor en las universidades de Río de Janeiro y Brasilia, de Essex en Inglaterra, de Tolouse-le-Mirail en Francia y de la Complutense, en Madrid. También en Madrid fue, durante diez años, director de la Casa del Brasil. En Río dirigió el Museo de la Imagen y el Sonido, y fue director general del Patrimonio Cultural en el Ayuntamiento de la ciudad. Así mismo ha sido presidente de PEN Club de Brasil y es reconocido como conferenciante en numerosas instituciones académicas, en institutos y ámbitos universitarios o literarios: Instituto Histórico y Geográfico Brasileño, Academia Brasileña de Letras, Academia Carioca de Letras, Academia de Música, Instituto Italiano, Instituto Cervantes, Academia Luso-Brasileña, Real Gabinete Portugués de Lectura, Museo Judaico, Fundación Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, etc.

Sin embargo, toda esta erudición, toda esta actividad como difusor de la cultura española -se trata de uno de los grandes hispanistas con los que, en la actualidad, cuenta el gran país americano-, brasileña y universal, no impide que su poesía se vista de instantánea belleza, de los brillos caleidoscópicos con los que la realidad nos alumbra, de “densa belleza substancial”, como la calificó el crítico y académico Antônio Houaiss.

Poemas

Desde la terraza

Agua detenida,
láminas de peces.
Sol y sombras:
no me dejes, no me dejes.

Arde la arena
en la laguna lisa.
Mañana y tarde:
es buena la vida.

Inmóvil silueta.
Esbelta, una garza.
Refresca el aire.
La luz se desgarra.


Santiago de Compostela

Piedra lavada
por la lluvia.
El limo, el musgo,
el cielo de lluvia.
Niebla, neblina.
incienso,
lluvia, lluvia.
Voces mojadas,
velos, noches, fantasmas.
Voces que llaman
desde dentro de la lluvia:
aquí, aquí.


Jorge Guillén

Sol de espadas
es júbilo, íntegro.
Reduce las sombras
a un punto gris.

La voz del poeta,
plenitud del día.
Cántico de perfección.

Respirar con cautela.
El aire en exceso
enloquece. Fulge.
Alegría y miedo.


Último acto

No escucha el estampido:
No hay tiempo, a la hora del tiro.
El metal nace ya dentro de la cabeza
que anuncia un adiós
a los paisajes secretos.
Entre las seis,
sólo una bala
cumple su destino de matar.
Sólo una irá hacia la eternidad
con las entrañas
y las palabras pronunciadas,
origen del desvariado gesto.
Este proyectil de acero y sangre,
silente y frío,
es el acto final de
la deserción.