nº 165 • Abril - Mayo 2015

Espacioluke

Claudia Capel

Jardín poético. V. El poeta es jardinero

La poesía española es infinita en jardines y flores. Ya hemos hablado de la poesía del Al-Andalus inspirada en perfumes y pétalos que continúa en Andalucía de la mano de Bécquer, Machado, Juan Ramón, María Zambrano y otros maestros.

María Zambrano escribe en “la flor el horizonte”: “Bajo la flor, la rama; / sobre la flor, la estrella” y luego el viento, y más allá, la nada. Ese paisaje lírico con eje en la flor simboliza el jardín interior que todo poeta transita en algún momento.

Antonio Machado dedica a Juan Ramón Los jardines del poeta: “El poeta es jardinero. En sus jardines / corre sutil la brisa / con livianos acordes de violines… / Y otros jardines tiene”. Los jardines son a veces laberintos, sueños, añoranzas donde cada flor es un nombre o un deseo. La obra juanramoniana es un espléndido diario que cuenta cómo el poeta cambia de lugar, de vida, de tiempo pero nunca se aleja de su jardín poético.

Juan Ramón y la rosa que es todas las rosas, la rosa que no hay que tocar ya más, porque así es, la rosa de setiembre de Olvidanzas, las rosas quemadas y la rosa azul del dolor: “Dolorido y con flores, voy, como un héroe de poesía mía”. Juan Ramón y la flor de alma, “¡Qué tristeza de olor a jazmín!”, Almas de violeta, Jardines lejanos. Juan Ramón, solo en su jardín, con un lirio como flor y un ruiseñor como pájaro.

Desde la eterna Generación del 27, Jorge Guillén extiende el jardín en su Cántico, ecológico y silvestre, a la celebración de la naturaleza, un “espacio airoso” donde “todo en el aire es pájaro”, con su floresta alboreante, sus murmullos de arboledas y aguas vivas, la húmeda penumbra, el barullo solar, las estrellas vibradoras, el aire nuestro.

Las flores profundas de Miguel Hernández en su Cancionero y romancero de ausencias: “EI sol, la rosa y el niño / flores de un día nacieron. / Entre las flores te fuiste. / Entre las flores me quedo”. El poeta en su jardín íntimo y su corazón de agua, transita el vacío reconociendo la vida en una rosa: “Si nosotros viviéramos / lo que la rosa, con su intensidad /el profundo perfume de los cuerpos / sería mucho más”.

“Lento, se empapa el jardín” dice Pedro Salinas en “Nube en la mano” y crea una imagen nítida del Tiempo, la fuerza del verbo empaparse pero lento, algo rotundo, irremediable, que ocurre despacio. “¡Cuánto sabe la flor!”, dice en otro poema, “Sabe el silencio”.

Rosalía de Castro siente que las plantas hablan, los pájaros, las flores y los astros murmuran de ella y exclaman: ahí va la loca soñando. Sueña a salvo gracias a la voz de la naturaleza. En “La Oración de las rosas”, García Lorca las llama amigas de poetas y de su corazón, “¡Qué sería la vida sin rosas!”. La poesía de los sueños, del corazón, de la ausencia, busca el refugio del jardín. Vicente Aleixandre dice: “Se querían como las flores a las espinas hondas”.

“En un jardín te he soñado”, escribe Machado a Guiomar, un jardín alto, sobre el río, “jardín de un tiempo cerrado / con verjas de hierro frío” y estos versos me recuerdan a una poeta casi olvidada, Dolores Catarineu y su Jardín cerrado: “Heliotropos, lirios / se adivinan lejanos /entre el verde brumoso / de la noche impasible”.

Que este leve paseo por la poesía española nos ayude a releer, a volver a la flor, a no olvidar.

Te deseo una feliz primavera.