nº 164 • Marzo 2015

Espacioluke

Enrique Gutiérrez Ordorika

Casablanca the end

(El rodaje en blanco y negro no obedece a ninguna fidelidad con el original, simplemente, es capricho del autor)

“Cuando una persona empieza a matar gente, la mayor parte de las veces, tiene que seguir matando.. Y cuando le pasa eso es como si ya estuviera muerto”.
William Faulkner (Banderas sobre el polvo)

"Por aquellas noches había una peligrosa tigresa que recorría la ciudad en una Honda disparando contra los oficiales norteamericanos con un 45. Creo que llegó a matar una docena en tres meses; según los periódicos de Saigón era “hermosa”, aunque no sé cómo alguien podía saberlo”.
Michael Herr (Despachos de guerra)

Bombas

(Dos versiones parecidas de la misma cuestión)

I En los alrededores de Donetsk y Lugansk se asesina desde la distancia. Los francotiradores ajustan sus mirillas telescópicas desde los ventanales de los despachos oficiales tras los que se divisan las amplias avenidas que rodean el Kremlin, la Bundeskanzieramt, la White House y el Westminster Palace.

II

¿Por qué se muere hoy en las calles de Donetsk? ¿Por una Ucrania independiente? ¿Por el derecho de los prorusos a gozar de su lengua materna y lograr cierta autonomía de Kiev? ¿Por qué se mata…? ¿Por qué se muere? El viejo Koljas, que en su pasada juventud fue artificiero, dice que esa pregunta habría que hacérsela a gentes como Vladimir Putin, la señora Angela Merkel o el Presidente Barak Obama. Su mujer, Ludmila, dice que como en todas las guerras se muere por nada…

La pesadilla de la abuela

Este es un sueño como cualquier otro, para mi abuela Milagros formaría parte de una de sus pesadillas nocturnas. Se divisan bombarderos de la Luftwaffe sobrevolando el túnel de Peñota. Hemingway corre en un encierro de San Fermín por las Siete Calles bilbaínas, perseguido por dos toros que se han separado de la manada y tienen aspecto de blindados Panzer I. Judas cuenta los denarios y sonríe; por traicionar a Cristo obtuvo menos de la mitad que por entregar los planos de las fortificaciones del Cinturón de Hierro. La música de fondo, la prestaban los aplausos de Ava Gadner e Ingrid Bergman asomadas en una balconada. Un paso de Semana Santa, con una imagen de la Dolorosa, dobla hacía Bidebarrieta justo antes de que caiga un telón negro con los créditos y el The End de Casablanca.

Devenires

Los vencejos no se posan en el suelo. El río no trepa monte arriba. En Palestina no existe paz. Y, sin embargo, hay un presidente negro sentado en la Casa Blanca.

Cuéntame otra vez

Era un hombre adicto a todas las causas al que, paradójicamente, no se le conocía ninguna derrota. Su discurso resultaba estilísticamente tan correcto como su biografía. Sus andaduras curriculares remontan desde el parisino mayo del 68. En ellas figuran el Che y los opositores a la guerra del Vietnam, Jean Paul Sartre, la solidaridad con la causa palestina y las víctimas de las matanzas de Sabra y Chatila, los tupamaros de Raul Sendic, Nelson Mandela, Christopher Hitchens, Greenpeace y la oposición a la caza de la ballena, Olof Palme y la caída del muro de Berlín. Lo asombroso es que a pesar de tan abigarrado y extenso itinerario, de un modo u otro, siempre terminó en el lado de los vencedores.

Arte y eufemismo

El arte de la guerra de Sun Tzu compite con el arte de la paz de Maquiavelo en demostración de dominio, eficacia y número de bajas. El añadido: colaterales, es en este caso el único eufemismo.