nº 164 • Marzo 2015

Espacioluke

Simeón Martín Rubio

El poeta, el poema, la poesía y el mundo. La lectura del mundo de Enrique Villagrasa

enrique villagrasa

Enrique Villagrasa González nació en Burbáguena (Teruel), en 1957. En la actualidad reside en Tarragona. Periodista y lector de poesía.

Ha escrito varios libros de poemas, siendo sus versos publicados en diversas revistas tanto en papel como en formato digital. Ha sido incluido en varias antologías y traducidos algunos de sus poemas a otros idiomas: al árabe por Khalid Amraniy; al francés por Belén Juárez y por Geneviève Baudry; al italiano por Emilio Coco; al húngaro, por Szijj Mária; al inglés por Rosa Lafuente; al ruso por Tatiana Mamaeva; al chino por Huaping Han; al rumano por Elena Liliana Popescu; al croata por Željka Lovrenčić; y al portugués por João Rasteiro y Carlos Castilho Pais. Colabora como crítico en periódicos y revistas literarias. Su última publicación es Lectura del mundo (2014).

Entre las ocupaciones del lector está la de adivinar qué hay detrás de lo leído, imaginar el andamiaje de la construcción literaria, adivinar los materiales que han dado lugar al edificio, cómo han sido las manos que lo han levantado, los pasos que ha llevado quien lo ha escrito…

También está la de quedarse solo con la lectura, dejarse llevar por la impresión o, mejor, queda más poético, dormirse mecido en la palabra.

Sea como sea, yo que soy lector de Enrique desde sus primeros balbuceos, quiero buscar en la lectura, los vericuetos por los que ha transitado para llegar a descubrir “su mundo” ¿Qué descubre, qué nos descubre en su lectura del mundo1? ¿Subyace en ese título la referencia a aquel famoso himno latino atribuido al franciscano Tomás Celano, “el libro en el que se contiene todo2”?

La lectura del mundo se abre con una confesión y con una identificación. Dos palabras que atraviesan desde el primer verso hasta el último del poemario. La confesión del aterrador temor ante la página en blanco, algo que aparece como indestructible “la única poesía es el silencio revelador”. Aparente contradicción entre la función de la palabra y la ocultación de la misma y la identificación del poeta como demiurgo, el demiurgo platónico que se apiada de la materia e imprime en ella las ideas que nos hacen.

El silencio revelador. No hay nada imposible para el dios poeta, o el poeta dios. El silencio de la poesía nos desvela el secreto del mundo desconocido, de los espacios impenetrables: “el espacio ignoto” y la otra marca definitoria: el tiempo. Pero el tiempo también demonizado, transportado, inutilizado. Si el tiempo es un “in fieri”, algo que como diría Heráclito, está en constante movimiento, ¿o le preguntamos a Quevedo? en este caso, “el tiempo suspendido”.

No nos molestemos en hacer razonable lo que no lo es; es obvio.” Nada hay imposible” El doble tú que armonizan el poeta y el lector “caminará sobre los signos”, palabras que hacen que el verso se convierta en “llama cegadora y mortífera”. La llama de amor viva de Juan de la Cruz. El poema es la manifestación pura de la llama que habita en el profundo centro.” Es manifestación pura” Hechizo y magia, palabra y memoria voz y gesto, pares definitorios del quehacer del poeta, del poema. Poema que en el límite de lo inefable se convierte en voz y gesto de lo todavía por decir que se resolverá necesariamente en “un afilado cuchillo de cocina que rasgará la piel de ambos: poeta y lector”..

Memoria y voz unidas, verso y poesía que buscan, inútiles, su mirada en el espejo donde tras mucho esfuerzo, “descubre la fascinación del enigma”. Rompe el velo del misterio aunque le acarree la expulsión de la república. El poeta no teme a Platón. No hace una poesía imitativa. Sabe, como el viejo filósofo, que el concepto solo no sirve, la realidad se hace también con la inspiración.

No se puede explicar el poema. “no la toquéis ya más”, pedía Juan Ramón. El poeta en su colmada soledad última, siente, por la gracia de la poesía -de la palabra- el eco de los oscuros misterios cuyo secreto solo a él ha de serle revelado. La poesía es, ante todo, “lectura del mundo” Lectura intransferible, ilegible deberíamos decir. Decir lo no decible. Soñar lo no soñado.” ¿Puede un sueño soñarse? “Lo inefable es inexpresable porque es infinito e interminable cuanto sobre ello hay que decir.(V. Jankelévitch)3 .

El devanarse,” el repetido serse” de Siles, suponen la pregunta constante del poeta,” la vida no es, la vida se es”, dice García Bacca. “¿Es el verso quien revela el yo, o es el yo revelado en el poema quien lo crea?” Ahí es nada. De cualquier modo” el poema es ya futuro impenitente”.

“La poesía, por eso este demiurgo es diferente, descrea la realidad” Hace lo mutable inmutable, “cristaliza el fluir del tiempo”.

C. Brooks4 dejó dicho que «el poema es el único medio capaz de comunicar la ‘cosa’ particular que comunica» aunque en la confesión de Enrique Villagrasa “el verso no puede desvelar la eternidad”. Paradoja; ahí está el poema, ahí están los versos, ahí la inutilidad de la palabra. «La experiencia vivida —afirma H. Mújica5 en relación con San Juan de la Cruz— no es conmensurable con el lenguaje… sobre lo que no puede ser dicho es sobre lo que la poesía no puede callarse».

No encuentro mejor explicación que la de María Zambrano: «Quiere fijar lo inexpresable, porque quiere dar forma a lo que no la ha alcanzado: al fantasma, a la sombra, al ensueño, al delirio mismo. Palabra irracional, que ni siquiera ha presentado combate a la clara, definida y definidora palabra de la razón6» .

“No tengo más versos, ¿tú tienes alguno? Es una pregunta o un reto.” Es posible una poesía de silencios como es posible la física de partículas. La poesía puede ser el líquido transparente que lo llene todo: navega libre el porqué”. Era Wittgenstein quien, al final de su Tractatus, decía que el silencio constituye un tipo de habla.

En suma: lo indecible por medio del lenguaje queda inevitablemente vinculado a él puesto que constituye su única posibilidad de expresión, afirmación que niega, de acuerdo con Valente7 , la de Juan Ramón Jiménez, según el cual el poeta debería renunciar a la escritura puesto que lo que lleva dentro es, en realidad, inexpresable. A esa convicción responde presumiblemente la invocación del poeta andaluz:

«¡Inteligencia, dame / el nombre exacto de las cosas!»8 .

A su manera poética, así lo expresa Jaime Siles en su poema Conversación con Wittgenstein: “¿Qué es lo expresado? Esto: lo inexpresable”.

Porque lo inexplicable es lo único que nosotros podemos expresar. Lo demás sólo es lenguaje. Y es que, quizás, el lugar apropiado para lo inefable sea el arte. “El juego de lo inefable”, como lo definió un día el artista conceptual Joseph Kosuth.

“El poeta escribe y va al encuentro del verso: deseo y conocimiento; pues sin página en blanco, abierta, no hay nada.” El poeta prepara su corazón a manera de una página en blanco donde la divina sabiduría formará los caracteres que traspasarán el límite. Ibn Arabi, desde la mística sufi, lo expresó, ciertamente, de esta manera: “No calla quien calla, solamente calla quien no calla”. El poeta intenta siempre expresar lo inexpresable con palabras y lo inefable se mostrará, desnudo, ante nosotros.

El poeta del tiempo inaprensible se deja seducir por los embrujos del ahora. Ahí están los “diferentes presentes que ha vivido” como nos decía Quevedo, presentes ¿científicos o embrujos? Que encuentran sus ser en Facebook, Twiter, Google, el bosón de Higgs, el iPhone o todo aquello que, en definitiva sirve para “dejar de escribir el poema que me revela el sueño que te sueña”.

Lo dicho y lo no dicho, lo indecible y lo imposible soñado se confiesan impotentes ante la confesión terrible “tú no eres de aquí” “Sin pasado, sin presente, sin futuro alguno. Tan solo un desconocido por descubrir”. Ante semejante confesión no puede hacer sino lo que hizo el pota místico: en una noche oscura salir sin ser notado. “Marcharé de nuevo en la noche sin ser visto”

Termina la confesión con una alusión a cuanto ha sido: lágrima del mar en el atardecer, sílaba del anochecer, línea de luz crepuscular y tras buscar detrás de las sombras, no ve las huellas que se llevó la tarde.

NOTAS:

1 Lectura del mundo, La isla de Siltolá. Colección Tierra.
2 “Liber scriptus proferetur in quo totum continetur.
3 Jankelévitch,V.(2005). La música y lo inefable, Barcelona, Alfa Decay, , p.118.
4 Brooks, C. (1973). La struttura della poesía, Milano, Il mulino, ,p.96.
5 Mujica,H.(2002). Poéticas del vacío. Madrid, Trotta, , p.68.
6 Zambrano, María, Filosofía y poesía, Mexico, F.C.E. 1989, p.115.
7 Valente. J. Á. (1971). «La hermenéutica y la cortedad del decir, Las palabras de la tribu, 61-69. Barcelona: Tusquets, 2002,
8 Eternidades.