nº 164 • Marzo 2015

Espacioluke

Claudia Capel

Jardín poético. IV. Bashô

Viniendo por el sendero de la montaña
qué será... tan hermoso…
unas violetas

La esencia del jardín japonés es la mirada y el cambio de las estaciones guía a los haijin en la observación del instante.

En su peregrinar por la naturaleza, que en Japón es sagrada, Matsuo Bashô escribe Las sendas de Oku y otros diarios de viaje con haikus impregnados de lunas y flores.

“No hablaron una palabra
el anfitrión, el huésped
y el blanco crisantemo”.

“La luna de la montaña
ilumina también
a los ladrones de flores”.

Las flores simbolizan la transcendencia de la vida. La sakura o flor de cerezo representa el lazo entre las personas y también, que nada es eterno. La flor de loto es símbolo de pureza. El loto azul, de espiritualidad; el loto blanco y sus ocho pétalos, de pureza total; el rojo, de las cualidades del corazón y el rosa, de lo divino. El crisantemo amarillo, o de oro, es el emblema imperial, representa la luz del sol. La camelia o flor que anuncia la primavera, simboliza la longevidad y la felicidad y el bambú, la trayectoria personal ya que tarda varios años en dar un brote pero cuando lo hace, crece a gran velocidad.

“Las montañas y el jardín
se van adentrando
hasta mi habitación en verano”
.

“Yo soy un hombre
que come arroz
ante la flor de asagao”.

La flor de asagao o ipomea, florece en verano, se abre de día y se cierra de noche. Bashô resume en la flor detalles del tiempo, la estación, los momentos del día.

“Bajo las flores de un mundo efímero.
Con mi arroz entero
y mi sake blanco”.

El haijin ve pasar la vida entre las flores, en la simpleza de su comida y su bebida, pasajero del mundo que hace el camino.

“Ramas de lirio
aferradas a mis pies.
¡Cordones para sandalias!”

El símbolo del lirio en este haiku es cada paso en la duración del camino. Esta flor vive un día, abre sus pétalos al amanecer y al atardecer se marchita pero nace otra al día siguiente, en la misma rama.
En la poesía de Bashô encuentro imágenes perfectas, cómo ve el poeta los instantes en el latido de la flor y del pétalo mientras pasa la vida, el tiempo continúa y lo único que existe es el momento.

“La gente de ahora no se interesa
por las flores de castaño
que están en el techo”.

“La campana para de sonar.
El eco de las flores
perfuma la noche”.