nº 166 • Verano 2015

Espacioluke

Enrique Gutiérrez Ordorika

Trabajos de jardín. (Travesuras)

"Al día siguiente Peter tiró sus libros de arte contemporáneo
a la hoguera, y al siguiente se fue”.

Agustín Fernández Mallo (Nocilla Dream)

La lágrima de los cisnes

Te saltaste el prólogo, y él firmo con seudónimo el primer acto. Silencio. El poeta sale a escena con un gato que lleva un broche de perlas cruzado en imperdible a los labios. Chiss! que se inicia la danza fúnebre. Chiss! escucha el llanto del último cisne. Chiss! que al subir el telón lo han ahorcado.

Suceso

A su hija, señora, le han robado el amor en una esquina de aromática penumbra
¿Cómo pudo suceder? A su hija, señora, su hija, señora… Poemas esconde la noche del día
y poemas los ríos les susurran a los ojos.

Fábula

El grillo lloró al descubrir que la flor se enamoró del rocío. Pero éste sólo estaba de paso. La flor se casa con el grillo por la humedad de sus lágrimas.

El escalón

Subí el escalón, escalón de escalera, y ella me miraba. Me miraba con los ojos. Con sus ojos marrón, marrón corriente que el verso tiñe en fuego de miradas. Y yo subido al escalón, escalón de escalera, soñaba que ella me miraba con los ojos. Con otros ojos. Los azul azul, torrente del poema, subido a mi escalón, escalón de escalera. ¡Qué bobadas!

Mirada

Es fatigoso llevar arrastras los ojos cuando no quieren ir con uno. Y no hay motivo más fatigoso que las mujeres.

Travesuras

Linda en la espesura el verso y el diptongo. Enredado en travesuras el poema de gorro me lo pongo. ¿Qué dirá la rueda de la luna si ayer la cosí a mi bufanda? ¿Qué dirá la punta de la pluma si la cara de la luna es blanca? ¿Qué construirá el mediodía con las líneas de la sombra? ¿Qué dirá que es poesía el vendedor que me la compra? ¿Dónde termina el fuego de los labios torneados? ¿Por qué me dices luego si los tienes sellados? ¿Qué es ese grito lastimoso al lado de la queja? ¿Desde cuándo los cristales rotos son amigos de las piedras? ¿Quién es infiel, los ojos o el ombligo? Hablando de piel, que cada cual voltee sus bolsillos. Dicen que de un viejo cable penden las estrellas, pero si sales a la calle verás a la gente subiendo en escaleras. Por más que la duda no venga ni nos nombre, la libertad no es agua pura pero apaga la sed de los hombres. ¿Quién metió en el puchero a la alubia y al pescado? ¿Desde cuándo de la tierra el dueño no la cierra con candado? ¿Por qué se ríen las muchachas cuando paso de improviso? El gallo no tiene fama de despertar sin aviso. Vamos a la plaza con la candelera, aunque se enfríe la taza se enciende la hoguera. No hay libro sigiloso que ponga comas en las piernas, como no hay rostro hermoso sin ojos tras las puertas. Ay! esconde la guindilla dentro de la bota, qué después de bebida la vida te llamen, si quieren, idiota. Pisan a los pueblos los cursos del retorno y después de muertos quieren seguir como adorno. Aplaudimos al poeta el tono de la voz, como si el burro, al comer hierba, diera importancia a la fuerza de la coz. ¿Por qué crecen los higos en las ramas de la higuera? Si madurasen en los trigos el cura prohibiría ir a la siega. Y hablando ¡qué carajo! de los últimos acontecimientos, razones tienen los de abajo para prescindir de argumentos. Dejemos pues la historia de los sitios nombrados para mejor gloria de los que la seguirán contando. No hay punto final en ninguna canción que se precie, pero es aconsejable terminar antes de que el sueño se tercie.

La huida de la boda

Iluminaba una vela en mitad del llanto, el banco solo y ningún lugar para la sombra. Corría una mujer, que miraba de cerca las flores y evadía al jardinero. El horizonte tenía abierto el bolsillo que esclavizó a la flor, el rocío crecidos lloros de una rosa que usó sus piernas. Podaba lágrimas aquel jardinero.