nº 166 • Verano 2015

Espacioluke

Vicente Huici

Crónicas con fecha. Napoli: Una passeggiata.

lo más apasionante de esta vieja ciudad es pasear por sus calles, subir y bajar en los funiculares ("Funiculí, funiculá…") y sentarse de vez en cuando ...

Voy bajando lentamente por la Via Chiaia, escoltado por M y M. Venimos de la ya multinacional Feltrinelli, y hemos comprobado que las librerías de la Piazza Dante resultan mucho más interesantes.

La jornada ha comenzado pronto, con un paseo matutino hasta el Museo Arqueológico. Estaba lleno de gentes de hablas diversas que rebotaban en los altos y ciclópeos muros que lo albergan. En Nápoles todo es grande, desde los palacios borbónicos hasta los restos –quedan muchos– de arquitectura fascista. Por no hablar de la ciudad subterránea, utilizada desde los romanos.

Pero, aun así, como decía Josep Pla en su delicioso libro Cartes d´Italia, lo más apasionante de esta vieja ciudad es pasear por sus calles, subir y bajar en los funiculares ("Funiculí, funiculá…") y sentarse de vez en cuando (por ejemplo en el Gambrinus, frente al Teatro San Carlo) para tomar un caffè espresso y ver la vida pasar.

Por supuesto, se puede ir a Pompeya, pero tan sólo impresiona, de nuevo, por su monumentalidad –aunque para Goethe no dejaba de ser algo así como una "ciudad de bolsillo", según cuenta en 1786 a su corresponsal señora von Stein–. Y lo mismo pasa con el Vesubio, aunque se vea desde la distancia de Capri, o mejor, desde la balconada de Sorrento.

¡Ah, pero la calle! La calle, sí, la calle, repleta de mercadillos variopintos, de tenderetes de ropa blanca, de gente charlando minutos como si fueran horas, o de procesiones tan inusitadas como las del barrio de Triana. Y la calle de los palazzi –imposible contarlos– como el magnífico que se mercó el polígrafo Benedetto Crocce que anteriormente había sido del visionario Giambattista Vico.

Ahora bien, hay calles y calles, y esta de Chiaia que sortea la Piazza del Plebiscito y empalma con la vía Toledo es una larga calle mayor de las de antes, aunque ahora se vista de Berskha o de Alcott. Al paso se puede ver la Galería Umberto o la casa de Rossini y de modo natural se llega a la Piazza Caritá, a donde nos dirigiremos luego para comer –¡cómo no!– una pizza margherita o unos spaghetti alle vongole en el Ristorante Mattozzi.

Pero, mientras tanto, retomamos el paso, lento, pausado, de a tres, y me viene a la mente Ricomincio da tre del magnífico Massimo Troisi y me río hasta sobresaltar a las chicas. Mañana prometo enmendarme, ponerme clásico y tararear tan sólo aquello de "Un barbiere de qualitá, de qualitá...".