nº 163 • Febrero 2015

Espacioluke

Antonio Maura

Voces brasileñas. Weydson Barros Leal

El poema, como afirma Barros Leal, es un extraño reloj que bate como un tambor en el pecho y que, con sus latidos, proclama el cuerpo. Somos construcciones de lenguaje, pero, como figuras irreales, nos agitamos igual que esculturas talladas en la materia del tiempo.

(Selección de poemas, traducción y presentación de Antonio Maura)

La poesía podría describirse como una arborescencia de palabras en el silencio. Lorca, el gran creador de metáforas, definió la poesía como “la palabra exacta”. Y es que la voz poética ha de ser como un pétalo olvidado en la rama del lenguaje: precisa, única, exacta, floración temblorosa antes de que desaparezca, o de que emerja de la materia oscura del silencio.

El poeta Weydson Barros Leal escucha atentamente donde nada se deja oír. Recorre la casa vacía de sonidos como un sonámbulo: sus habitaciones inundadas por su silencio, impregnadas de recuerdos, de vagas imágenes fantasmales, de espectros de voces, que, poco a poco, se van configurando en un poema: como las cosas de una casa. Escribe el poeta:

La casa está limpia. Impregnada
de cuerpos y nombres. Ellos no dicen,
pero el tiempo,
frágil como la sombra de una flecha,
hoy es sólo este silencio.

La palabra poética debe ser exacta, justa, nítida como cada minuto, cada hora que señala el puntero del reloj: máquina infernal que segmenta y articula el fluido inconmensurable del tiempo. Y es que la poesía, como recordaba Antonio Machado, es palabra en el tiempo, ni mármol duro y eterno, ni música ni pintura: palabra que naufraga también en ese mismo tiempo, en la duración de su fluido inconmensurable.

El poema, como afirma Barros Leal, es un extraño reloj que bate como un tambor en el pecho y que, con sus latidos, proclama el cuerpo. Somos construcciones de lenguaje, pero, como figuras irreales, nos agitamos igual que esculturas talladas en la materia del tiempo.

Silencio y duración, por tanto, como los dos grandes polos entre los que se articula el cosmos poético de Weydson. Dice el crítico y profesor de la Universidad de Salamanca, Pedro Serra, que la obra de este poeta es semejante al orbe: sus libros son firmamentos, “series de poemas, imágenes fulgurantes, que nacen y estallan, por ignición y estertor, en la superficie de la página.”

La cuarta cruz (A quarta cruz), poemario al que pertenecen las composiciones que he seleccionado para esta presentación, son una breve muestra de la labor de este poeta que ha elaborado un libro donde el lector, junto al escritor, están siendo sacrificados en el Gólgota, en el lugar de una cuarta cruz distante del misterioso Logos, de la Verdad crucificada entre dos anónimos condenados, semejantes a nosotros.

El poeta cearense, Adriano Espínola, afirma en las solapas del libro que éste “exige una lectura y relectura incesantes, para hacer que emerjan y vibren los significados más recónditos del conjunto y de sus partes. La sección inicial denominada “La hora nona” ya nos da la llave del proyecto del escritor. Según la tradición, fue esa la hora en la que Cristo habría muerto en la cruz, el instante de su mayor dolor y abandono. […] Simbólicamente se trata del momento en el que el yo lírico se deja crucificar en el espacio de la casa, en el tiempo de ahora, con la percepción aguda, clara, de que algo falta.”

El poeta Marco Lucchesi, de quien ya hemos reproducido algunos poemas en esta sección de Voces Brasileñas, afirmará que en Weydson Barros Leal se encuentra “el sentido superior de las aguas claras y limpias, chiare, fresche e dolci acque,”, aguas de tiempo, añadiría yo, que fluyen entre las orillas inconmensurables del silencio, de la materia oscura, muda, del Mundo.

Weydson Barros Leal (Recife, 1963) ha escrito, entre otros poemarios, O Aedo (1988), O Ópio e o Sal (1991), Os Círculos Imprecisos (1994), A Música da Luz (1997), Os Ritmos de Fogo (1999), A Quarta Cruz (2009) y Os Dias (2014), su último libro.

Poemas

La carta

Seremos, al fin, una data,
un nombre en la piedra fría.
En lecho de tierra, la carta
que se lee y que no se envía.

Al fin, cuerpo, rastro, leyenda,
después de todo la certeza
de no ser nada sino senda
entre la cuna y la candela.


Inventario

Es tuyo este poema.
Está hecho de tiempo
y palabras,
como las cosas
de una casa.

Como la memoria de esta casa,
este poema es el nombre
de cada cosa recordada.

Como cosa que
se guarda,
tu poema
es el tiempo
que construye su casa.


Retrato

Tu recuerdo es mi día
secreto y permanente.
Estás en todo lo que recuerda la vida,
y vas conmigo,
por donde nos vence tu ausencia.
Hoy son los silencios, las calles,
la luz de cada cosa.
Es lo que permite a la belleza
su existencia posible.
Bello porque fuiste, porque eres,
porque serás.


Verbo

Ahora que eres una costilla,
haz tu cuerpo.

El tiempo conducirá a su lecho
la lengua de tu hoguera.

Que tú la ames
como se ama lo que muere.

Así es el amor.

Foto: Cristiano Sant'Anna