nº 162 • Enero 2015

Espacioluke

Antonio Maura

Voces brasileñas. Aleilton Fonseca

El hombre todavía no conocía ni el tamaño ni la forma de la tierra, pero ya sabía de la importancia de las corrientes, ya fueran arroyos o regatos, manantiales o torrenteras ...

Las metáforas del río (Poemas de Aleilton Fonseca)

El río está en el imaginario del hombre antes incluso de que tuviera conciencia de sí mismo: ya latía en sus venas y brotaba de sus heridas, a borbotones, con su roja, densa textura de sangre. El río era el hallazgo mágico que calmaba la sed: fecundaba las tierras de las orillas cuando decidió hacerse agricultor, y estaba poblado de peces cuando quiso ser pescador, o sirvió para seguir su curso en frágiles embarcaciones cuando descubrió que también era navegable. En el Edén, según explica la Biblia, nacían cuatro grandes ríos que luego se prolongarían por todo el mundo. El hombre todavía no conocía ni el tamaño ni la forma de la tierra, pero ya sabía de la importancia de las corrientes, ya fueran arroyos o regatos, manantiales o torrenteras, grandes cursos que dieron nombre a las ciudades y las tierras por las que pasaban o extensiones inabarcables para la vista. Fue una realidad que se convirtió en símbolo y sirvió para entender la vida, el tiempo, la fugacidad de los acontecimientos. Quizá con el fuego, sea esta agua, que fluye en medio de los campos, el mejor ejemplo de la opulencia y de la desgracia, del viaje y de la soledad contemplativa. El río deja su impronta en los ojos que lo miran, que también están hechos de agua, de lágrimas.

Cuando un poeta bahiano, conocedor de las sequías endémicas que se padecen en esa región brasileña, mira al río, lo ve como a un dios, como a un amigo y benefactor, pero también como fluido de pensamientos y sentimientos encadenados, sucesivos, como agua que sucede al agua, como vida que se arraiga en vida. Es pues símbolo y realidad, promesa y ausencia, verdad y mentira. El río lo dice, lo canta, lo enumera, lo susurra todo: es lenguaje y alegoría. Por ello un libro que recibe el título Un río en los ojos sólo puede ser un viaje por los espacios bullentes de reflejos, por la historia y las historias de los hombres, por sus interioridades y por el balbuceo del poeta, que busca las palabras sin hallarlas, o que se pierde en la ciudad inmensa que le ignora.

Aleilton Fonseca es novelista, ensayista y profesor universitario, urdidor de relatos y autor de canciones que otros modulan con sus voces. Ha escrito sobre los autores de su región: Castro Alves o Jorge Amado, y sobre el más grande de los escritores brasileños del siglo XX: Guimarães Rosa, que supo mostrar el espíritu metafísico del río al querer hallar la “tercera orilla”, como sugirió en uno de sus cuentos.

Pese a ser un hombre polifacético, Aleilton descubre su verdadera vocación en la poesía –ese fluido libre de palabras–, que tiñe sus relatos y novelas, sus ensayos y sus conferencias. Entre sus libros cabe destacar los poemarios O espelho da consciencia (Salvador, 1984), As formas do barro & outros poemas (Salvador, 2006), los libros de relatos O desterro dos mortos (Río de Janeiro, 2001), O canto da Alvorada (Río de Janeiro, 2003), A mulher dos sonhos e outras histórias de humor (Itabuna, 2010) y As marcas da cidade (Salvador, 2012), las novelas Nhô Guimarães (Río de Janeiro, 2006), O pêndulo de Euclides (Río de Janeiro, 2009) y Memorial dos corpos sutis (Salvador, 2012) y los ensayos Guimarães Rosa, écrivain brésilien centenaire (Bruselas, 2008), O olhar de Castro Alves (Salvador, 2008). El libro del que se reproducen algunos poemas en este espacio pertenece a la traducción de Alain Saint-Saëns de Un río en los ojos, publicado en New Orleans en 2013.

En la superficie siempre ondulante del río se agitan las turbias o claras aguas, donde el poeta descubre que su imagen y su escritura se confunden, que son ambas un único rostro: el de un hombre que se multiplica infinitamente, pues al espejo del agua enfrenta la hondura de sus ojos, que son también de agua que se precipita en reflejos, ¿hacia dónde?

Poemas

UN RÍO EN LOS OJOS

Un río en los ojos
me recorre
en filos salobres,
arroyos dentro de mí.

¿Puede un hombre contener un río?
Algunos lo contienen.
Yo lo dejo fluir.
Y no para de renacer
dentro de mí.


NOTICIA

Un poema me pellizcó
y pasó
tan de súbito
que no tuve tiempo
de capturarlo.

Desde entonces
traigo
esta página
en blanco
en la mirada.


PRIMER CANTO DE INSOMNIO

No es insomnio.
Sino espera de un verso que tarda.
Y tal vez ya no venga.

A mí me cabe esperar.


MANIFIESTO

Si contengo
el impulso de mi palabra
no sobrevivo a la mudez:

la palabra es vida.

Si las manos capitulan
ante las amarras del día a día,
sangran con el hilo de la cuchilla:

manos atadas, manos mutiladas.

Si las venas no vehiculan
la brasa del sentimiento,
sucumben al hielo de la vida piedra.

Nada más queda
si no volverse vida.


ADOPCIÓN

El poema fluye
del silencio inquieto.

¿Cómo no adoptarlo
si me hiere los
ojos?


POEMA

Me ocurre
un sentimiento indescifrado
al reposar el sol.

Esta noche
no saldré en busca de la luna
ni escribiré un poema.

Me quedaré en casa:
la ciudad inmensa no sabe
que existo.