nº 162 • Enero 2015

Espacioluke

Vicente Huici

Crónicas con fecha. Una vuelta por Trapani (Sicilia)

Como no ha habido manera de ver la tumba de Teobaldo e Isabel de Navarra en la Iglesia de San Doménico, nos hemos refugiado –padre, madre e hija– en la terraza de la Gelateria Gino dal 1975, próxima al viale Regina Enea.

El ambiente estaba muy animado, a pesar de que entre los viandantes no cesaban de pasar bicicletas y sudorosos corredores (Parece que también ha llegado hasta aquí esa fiebre estúpida de ponerse en forma cueste lo que cueste y, pasando, literalmente, por encima de todos/as).

El granizado de limón, tan de estas tierras –y si es con un brioche, mejor– me ha poseído hasta tal punto que me ha costado darme cuenta de que estaba sentado en una minúscula plaza que llevaba por nombre “General de Carabinieri Carlo Alberto dalla Chiesa”.

Ha sido como un fogonazo. Al recordar a este general asesinado por la mafia, se me han aparecido las imágenes de los también asesinados jueces Falcone y Borsellino y aquellos años de plomo y omertá, en los que, como dijo en su momento Leonardo Sciascia, hubo muchos funcionarios que hicieron rápidas carreras a base de estar un par de años ejerciendo en Palermo (¿Suena todo esto a algo?).

El fogonazo ha sido, no obstante, muy breve: vuelta la mirada hacia las mesas que me rodeaban, no he visto sino jóvenes alegres bien dotados de grandes y multicolores smartfones, vistiendo las consabidas bermudas y (ellas) los minishorts very short. Como a mí me costó una dura pelea que mis padres me dejaran llevar pantalones largos, el corte estético siempre ha sido una buena señal del corte epistemológico (e histórico-histérico): imposible cualquier transmisión de la experiencia (sin caer en el ridículo, o peor, en el papel de abuelo-batallitas).

Además, hay una cierta, inconsciente y posiblemente pragmática (véase Bourdieu) voluntad colectiva de olvidarlo todo. Para muestra, como se suele decir, dos botones. Así, ayer estuvimos en Salemi y hubo que preguntar mucho y bien para saber dónde estaba un “Museo della mafia” que viene en algunas guías –no en todas–. AUn así, cuando por fin lo encontramos, estaba cerrado a cal y canto. Por otro lado, el aeropuerto de Palermo sigue siendo el de “Punta Raisi” por mucho que oficialmente lleve el nombre de los mentados Falcone y Borsellino. Al parecer, ha habido una dulce transición de la omertá al “aquí no ha pasado nada” con música de fondo de piscina cubierta (¿Suena todo esto a algo?).

Mientras me acababa el granizado, he leído en los titulares del Giornale della Sicilia que corren malos vientos para la administración pseudo-autonómica de la isla, toda vez que ya no parece necesario respetar el pacto que en los años cuarenta enhebraron la Democracia Cristiana y los maffiosi para permitir el desembarco de los marines americanos. Luego he aceptado volver por la comercial via Tortessa sin chistar y con la misión de comprar algunos regalitos (entre ellos una simpática taza-pistola de El Padrino).

Tan sólo el espectáculo de cuatro ancianos con coppola y cerveza Peroni sobre la mesa –casi una composición etnográfica– me ha llegado como un guiño extraño. Serán cosas de la edad.

Foto: Wikipedia