nº 162 • Enero 2015

Espacioluke

Kerman Arzalluz

Semana de cine Fantástico y de terror de San Sebastián: yo estuve allí.

Semana de cine Fantástico y de terror de San Sebastián

En esta ocasión no hay palmarés, ni crítica, ni opinión sobre la presente edición ...

Sencillamente, porque no me he sumergido en el universo terrorífico del festival, ni en éste, ni en ninguno de los veinte años anteriores. De ahí que deliberadamente haya omitido en el título ese contundente XXV que da buena fe de la exitosa trayectoria de esta propuesta cinéfila con reputación de cachonda.

Si acaso, se trata de una crónica sentimental, de recuerdos gratos de un pasado lejano y de la sensación de formar parte de una exclusividad, porque las sensaciones se tienen y se sienten y no hay más, brotan ajenas a la razón y la voluntad. Y eso porque el que suscribe estuvo en la puesta de largo festivalera, allá por 1989, en la II edición también –quizá fuera a alguna más–. Y aquello era otra cosa, ni mejor ni peor. Disfruté del poder seductor de lo imperfecto, como quien disfruta de un relato al que se le ven las costuras pero tiene osadía y maneras.

En esa primera edición acudí a un maratón nocturno de películas. Si no recuerdo mal, el programa constaba de las siguientes proyecciones: Reanimator, Resonator y La granja maldita. En otra ocasión presencié entre perplejo y divertido la exhibición de The Incredible Melting Man, doblada al español transoceánico y, a su vez, al cachondo, gili o como lo quieran llamar, de Santiago Segura, maestro de ceremonias que aceptó el órdago de Jose Luis Rebordinos, entonces director de la Semana, de “levantar” aquella pésima y encantadora proyección de serie B con sus ágiles comentarios –el propio Segura recordaba en una entrevista reciente que entre los momentos más memorables de su trayectoria como colaborador de la Semana, se encuentra esa “traducción simultánea” de “El increíble hombre fundente”... ¡Qué gusto me dio leer eso!–. Y me acuerdo de una película que me impactó, Ocurrió cerca de tu casa, realmente insólita como bien recogió la traducción de su título al inglés Man bites dog. No estaríamos más de veinte tipos en la sala.

Luego llegó el crecimiento exponencial, tan descomunal como inmediato y el recuerdo de ir tranquilamente a por una entrada y encontrarme con una cola que arrancaba en el Teatro Principal y serpenteaba paralela al antiguo Bar Bidasoa hasta perderse más allá de la mítica heladería la Valencianeta. Ahí la cosa perdió el encanto. Y se esfumó el hechizo. Con las hordas, el Festival se convirtió en un monstruo –quizá es lo mejor que le puede pasar a un Festival de Cine Fantástico y de Terror–. Y yo me planté.

Pero puedo decir que presencié la célebre sesión de Santiago Segura comentando con la agilidad de mente que le caracteriza aquella cinta traducida al mejicano, que disfruté de la perversa y negrísima Ocurrió cerca de tu casa –lograría después los premios a la mejor película y mejor actor Benoit Poelvoorde en el Festival de Sitges– y que ahora lo cuento con cariño, nostalgia y la sensación tontorrona de pertenencia a un club… como el de los que vieron a los Rolling en Barcelona en el 76, o algo así.

Yo estuve allí.

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