nº 162 • Enero 2015

Espacioluke

Fernando Aínsa

Los Borbones en pelota

'Los Borbones en pelota'
Album ilustrado
Colección Olifante Ibérico
Autores: SEM

Sale de imprenta Los Borbones en pelota, un álbum ilustrado que inaugura la colección Olifante Ibérico. Los Borbones en pelota es un conjunto de ilustraciones satíricas del siglo XIX, en las que se caricaturizaba y ridiculizaba a personajes de la realeza, el gobierno y la aristocracia de la época. Están firmadas por SEM, un seudónimo que, pese a la controversia que aún hay en torno a él, la mayor parte de la crítica atribuye a los hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer.

En esta edición, coordinada por Manuel Martínez Forega, se reeditan las láminas originales, en un álbum de gran formato y a todo color, y acompañamos cada ilustración con un texto de un autor contemporáneo, hasta un total de noventa y tres, contrastando la situación política de entonces con la actual.


Los enemigos de la libertad —representada siempre con formas femeninas, incluso en la entrada del puerto de Nueva York, a veces mujer alada como en muchas plazas de Hispanoamérica— suelen atacarla de frente, cuando no intentan doblegarla con cañones o dictaduras. Aquí la socavan por lo bajo, horadan sus cimientos con galerías que la harán tambalear, tal vez caer, enemigos sutiles —clérigos y políticos, disfrazados de topos cegatones— que buscan desmoronarla. De nada le sirve haber roto las cadenas de la esclavitud y ofrecer un futuro de esperanza a quienes sepan vivir bajo su protección. Ya no mira hacia el frente, como solía hacerlo, sino hacia esos enemigos de siempre que intentan aniquilarla en 1868. No tiene miedo, sino simplemente se siente amenazada, pues no deja de enarbolar con su mano izquierda la antorcha que la simboliza.

La imagen no ha envejecido, pese a su pátina amarillenta. Sigue vigente hoy en día: los mismos obispos y políticos, ahora acompañados de banqueros inescrupulosos y corruptos de toda laya, merodean a los pies de esa libertad duramente conquistada en España no hace muchos años. Otros topos, desde tertulias radiofónicas o televisivas o una prensa falsamente objetiva, hacen escarnio de sus virtudes, excavando siniestras galerías a sus pies, aún más amenazantes. Reclaman límites a lo que es su esencia —ser libre—, reglamentos y leyes que la cantonen a ser mera comparsa. Sin embargo, su lucha es la misma, nos sigue diciendo, y la advertencia idéntica: “¡Cuidado con los topos!”

Fernando Aínsa

Textos

PHAT ASS QUEEN RECEIVES TWO COCKS

Carlos Bozalongo

Los Borbones en pelota

Plenus venter non studet libenter

In medias res, su Católica Majestad, súcubo insaciable de todas las Españas, no se sabe si recibiendo o al volapié, asienta sus reales en su solio para descubrir, pícara y vivaracha, que lo ocupa ya un pollastre gaditano experto en cocinar la pasta al itálico modo.
Contempla el Pollo el desaforado escorzo de las nalgas y los lomos de su Venus garrafal. Las mayestáticas posaderas, en perspectiva genital (plano supino contrapicado), resultan perfectamente semejantes a un glande de titánicas proporciones. Y mientras el de Loja observa, pasmado, la gran polla madre que alimenta tiernamente a su retoño, tercia el verdugo de la Noche del Matadero, asistiendo rampante al encabalgamiento: «Esta niña ha salido en el culo a su cacarabuelo Enrique. ¡Y que no suelta el cetro, la bribona!» Pobre niña, penúltimo fruto de una estirpe de primos y primas carnales; hija de un sátiro y sobrina de su abuela. Habrá que decir en su descargo que fue malcriada entre merengues, cristinas y pedos de monja (lo que no mata engorda) y, que pese al celo indudable de sus preceptores, las letras no le entraron ni con lefa. Triste destino, en fin, el de esta choni decimonónica: nunca una reina fue amamantada por tantos zánganos.
Pero dejemos ya de ponerles bocadillos a los santos, que está feo escribir en las márgenes de la Historia y no hay que confundir el culo con las témporas por más que un clavel reventón disfrace de manola al fiero cíclope de la Monarquía.
Y al cabo, no es lascivia lo que promueve el autor de la estampa, que la pornografía es siempre desvelo (nos enfrenta a la vida desde el otro lado del espejo), pero es también rebelión, epifanía del caos que reina en el centro mismo del orden y la ley.
Otra concupiscencia muy distinta revela el cuadro, emblema de una larga casta de vampiros. Advierte: hora es ya de que los muertos dejen de gobernarnos.
Tan sólo falta un lema para rematarlo:
Por el olor a incienso en su bragueta los reconoceréis.


Olga Martínez Dasi

Los Borbones en pelota

Extraña escena ésta en la que todo está invertido al milímetro: las mariposas no son frágiles ni aéreas, la música celestial es lasciva, el sexo es cosa pública y requiere de testigos, el derecho de pernada es atributo de las reinas, la desnudez ni conmueve ni excita y el deseo es peligrosamente gélido.
Aunque lo que perturba es la ropa. La americana impoluta y apenas arrugada, la corbata bien anudada resistiendo el abrazo. La resignación de la mano ligeramente crispada, el susto de los ojos ausentes. El despacho ministerial convertido en alcoba. El pubis rizado como peaje real. El coito como acto de estado.
Y, al final, esa pluma delicada y endeble (¿o ramita seca de ciprés, tal vez?), que alienta al amante haciéndole cosquillas y empujándolo, desenfoca la imagen y es lo único que importa: la notación del absurdo para corregir el mundo. O para reírse de él.


LOS CENSORES

Berna Martínez-Forega

Los Borbones en pelota

Amordazados vagan los espíritus
por temor a la palabra:
sus voces acalladas
saquean las verdades nunca dichas.

Como Gil Blas camino a Salamanca,
con todo su futuro por hacer,
queda La Iberia resignada.
Los censores pronuncian su sentencia:
Todo para el pueblo, pero sin El Pueblo,
la Discusión se acaba.

En todas las Españas de la historia
amordazados vagan los espíritus,
pues quien quiso ser libre no halló prensa
y quien halló la prensa no fue libre.


PRAGMÁTICA SANCIÓN

Fernando Palacios León

Los Borbones en pelota

No es pecado pecar con quien perdona,
bien lo sabe Isabel y con dulzura
al nuncio entrega el cuerpo y su blancura,
pues sólo Dios otorga la corona.

Y es que una reina es reina si se entrona
—como el caballo es noble con montura—
y cual monarca guarda compostura,
al fin y al cabo es dos veces borbona.

El nuncio, en su pasión isabelina,
toma la posesión de su embajada
entregando el estoque y el capelo.

La única ley sagrada es la divina,
la Sálica ha de verse derogada:
si la sangre es azul, más lo es el cielo.