Septiembre 2014

nº 159

Cuadernos Oxford

Pedro Tellería
ilegales
Imagen: © ardiluzu 2011
“Aquí está la tumba de nuestro amor”, entona la voz de Jorge Martínez, que suena más frágil y delicada que nunca ...

Ahora que hasta a la Reina le molan Los Planetas (¡ja!), puedo proclamar a los cuatro vientos que a mí no me han gustado jamás. Nunca he entendido sus letras a la primera escucha ni me ha gustado su maraña de guitarras borrosas. Yo soy de Surfin’ Bichos, que me cautivaron desde el principio. Todavía recuerdo el día en que escuché por primera vez “¡Fuerte!” en Radio 3. Sonido limpio, crujiente y rotundo. Y letra oscura en su sentido, pero muy clara en su dicción. Tormentas personales, metáforas religiosas, sustancias adictivas, sombras de polígono industrial y un bidón oxidado al fondo. Ajá. Fueron mi grupo preferido hasta su disolución. Dicen que “El final de una quimera” es su mejor canción. Yo prefiero “Hermano carnal”.

“La chica del Club de Golf” es una de las canciones de Ilegales que más melancólico me deja. Está en Agotados de esperar el fin, que ahora puede conseguirse reeditado en vinilo. Mi hermano me ha regalado un ejemplar adquirido en Gijón. “Aquí está la tumba de nuestro amor”, entona la voz de Jorge Martínez, que suena más frágil y delicada que nunca. Era 1984. Las burbujas corrían por las venas. Treinta años después, los niños de la sobrecogedora portada seguimos esperando el fin en nuestro campo de concentración particular. El disco –de blanda producción, todo hay que decirlo– contiene otras perlas cultivadas, como la que da título al disco o “Destruye”. Logran que “Soy un macarra”, tan famosa en su tiempo, se convierta prácticamente en un chiste vulgar.

Charly García –y no Maradona ni Borges– es mi dios argentino. Sui Generis fue su primer grupo reconocible en los años setenta. Quien tenga ganas puede ponerse cómodo y aprender de lo lindo con un par de extensas entrevistas en Youtube. El niño pianista que escandalizó a sus padres y se pasó al beat es ahora un ancianito de salud muy quebradiza. Magistral siempre, incluso cuando solamente es un músico ocurrencial. La hornada de artistas argentinos inmeditamente posterior lo idolatra. Yo lo descubrí por Los Rodríguez, que en 1992 acababan de ganar un concurso. Los conocíamos cuatro. Gracias a su versión de “Mr. Jones o pequeña semblanza de una familia tipo americana” empalmé con Charly García. Magistral siempre, repito, aunque ese tema sea una mota de polvo dentro del celeste universo García. Últimamente he vuelto al walkman. Salto de alegría cuando el modo aleatorio escoge por sorpresa “Me tiré por vos” o “El día que apagaron la luz”. Camino con otros ojos por mi ciudad de toda la vida.