Mayo 2014

nº 157

¡Cuándo vendrá la nave a recogernos!

Francisco Taboada
paula Arranz
Foto: Paula Arranz
Alfonso, su marido, está arrodillado sobre una esterilla frente a la puerta de la caseta, con la cabeza gacha. Lleva el pelo cortado al cero, viste un hábito de monje, parece reflexionar más que estar rezando. Tomamos asiento en la terraza. Susana nos sirve unos Martinis ...

Como motos. Primavera. Después de un invierno encerrados, helados, pasados por agua. El primer fin de semana que hace sol, sábado y domingo, según los pronósticos. Nuestros cuerpos no caben en sí mismos. Nos hemos puesto las camisas de manga corta, las bermudas, las chancletas, las gorras de larga visera americana. Nuestras caras florecen en la caravana del viernes. Después de una noche inquieta, con ojos de niños resucitados, nos precipitamos a los garajes. Hay algunas toses gasolineras, carraspeos metálicos, de pronto se elevan las puertas y surge un ejército de cortacéspedes, cortasetos, recortabordes, podadoras, y un hacha nostálgica que quiere sentir el golpe, el tajo, la savia goteando sobre la tierra. Qué tierra ésta. Qué hambre tiene. Qué ansia por darnos sus frutos. Afortunadamente, los últimos fríos del invierno no malograron este año los brotes tiernos. Verde entonces por todas partes. Verde tierno, verde oscuro en despedida, verde iluminado. Te dan ganas de saltar como un ternero que sólo conoce el pienso y de pronto descubre la hierba y no se lo cree. El estiércol fertiliza el aire, pica en la nariz y la garganta. Luce un sol conquistador y zalamero que oculta sus rigores, que sonríe, alumbra las hojas tempranas, madruga impaciente para peinar los campos con los arados. Huele a mar, porque el mar está muy cerca.

Mentiría si dijera que este sitio es real. Urbanización Las Casas. Aunque tenga presencia física, carece de espíritu. Lo habitamos, pero aquí no vive nadie. Nadie puede tenerle apego. La provisionalidad borra cualquier posibilidad de afianzamiento. Las normas, por tanto, son también ocasionales: buena educación pero manga ancha. Como esclavos liberados, o con la cadena más larga. Mis vecinos de la izquierda, sin ir más lejos, han amanecido con un montador de Leroy Merlín que en dos horas ha levantado en su jardín una caseta de tamaño considerable. El modelo más grande. Queda fatal, horroroso. Aprovechando un descanso en nuestro frenético rasurado de los jardines, algunos curiosos nos acercamos a indagar. Nos recibe Susana, con cara de preocupación. Alfonso, su marido, está arrodillado sobre una esterilla frente a la puerta de la caseta, con la cabeza gacha. Lleva el pelo cortado al cero, viste un hábito de monje, parece reflexionar más que estar rezando. Tomamos asiento en la terraza. Susana nos sirve unos Martinis, unas aceitunas, nos pregunta por nuestras respectivas familias y sólo al rellenar de nuevo las copas entra en materia.

–En la Universidad las cosas se han puesto muy duras –dice cabeceando y frunciendo los labios–. Ya no basta con ser doctor y llevar más de una década impartiendo clases de calidad, de nivel alto. Necesitan financiación, publicidad para atraer nuevos alumnos, que su nombre suene y resuene en todos los foros posibles. Ya no importa la enseñanza, sólo el espectáculo. Es mezquino, hay que montar numeritos académicos… Alfonso se encontró entre la espada y la pared y pidió una excedencia para realizar un estudio, experimento, las dos cosas a la vez. Aceptaron su propuesta. Tres meses, hasta el verano, para convertirse en san Juan de la Cruz y escribir el Cántico espiritual.

Susana le da un trago a su Martini. Nosotros también bebemos Martini y le señalamos que el Cántico espiritual ya está escrito, que san Juan de la Cruz es santo porque está muerto, y que hay que ponerse muy argentino para aceptar semejante propuesta.

–No, no, no es nada borgiano –se apresura a aclararnos Susana–. Alfonso no intenta materializar una ficción. No quiere añadirle tiempo al Cántico para mejorarlo. Intenta más bien retroceder al momento de su creación, a la génesis de la obra. La caseta de Leroy es del mismo tamaño que la celda donde se escribió. Ya sabéis que Juan de la Cruz se enfrentó a los Carmelitas Calzados, quería fundar con Teresa de Jesús los Carmelitas Descalzos, no utilizar su inteligencia y conocimientos privilegiados para aprovecharse de los demás sino para beneficiarlos, un rasgo muy humano que le costó ocho meses de cárcel. Pues bien, Alfonso ha pasado un año leyendo sólo los libros que leía, o pudo haber leído, Juan de la Cruz. No son muchos, en aquella época no había tantos libros, y están catalogados. De este modo se pone en su lugar y puede seguir los pasos, los procesos intelectuales que le condujeron a pensar el Cántico. Para reforzar la experiencia, necesita aislamiento, hambre, sed, frío… Me preocupa que pille una pulmonía, que acabe chiflado. Alfonso dice que tres meses no es tanto tiempo…

Justo en ese momento, Alfonso se levanta de la esterilla y abre la puerta de la caseta. Nos mira con pesar, saluda inclinando la cabeza, nos cogemos una mano con la otra para desearle suerte y desaparece en el interior. Javier, que es publicista, le señala a Susana la conveniencia de tener en cuenta Leroy Merlín como futuro anunciante.

–Sí, sí, ya está apalabrado entre ellos y la universidad. La caseta es de regalo. El libro lo escribirá Alfonso en verano y tiene que entregarlo antes de que acabe el año. Se titulará San Juan de la Cruz en una caseta de Leroy Merlín. Diez mil ejemplares, la primera edición.

Hay un asentimiento general. Nos encanta la iniciativa. Felicitamos a Susana. Todos, sin excepción, prometemos comprar el libro. Luego viene, claro, la sufrida negociación. La caseta es fea para una urbanización como la nuestra. Es legal, no podemos denunciarles, en teoría, pero ella ya sabe que tenemos abogados que comen gente cruda. Después del experimento deben desmontarla. Y por muy místico que se ponga Alfonso, debe haber un control de gritos y alaridos, de noche y a la hora de la siesta. Susana agradece nuestra comprensión, acepta sin rechistar nuestras condiciones, y nos sirve otra ronda de Martini, marca registrada.

Francisco Taboada
Blog Palabras dactilares
Foto: Paula Arranz