Mayo 2014

nº 157

Crónicas con fecha. El Bund (Sanghai)

Vicente Huici
sanghai
Al parecer, una gran burbuja de simulacros se extiende de norte a sur y de este a oeste ayudada en su expansión por el espíritu sempiterno de sumisión y por la valoración suma de la apariencia.

No me ha costado nada reconocer a Iñaki en medio de la turbamulta que recorre arriba y abajo este antiguo malecón de Sanghai. Resulta ser un rostropálido muy pálido con medio metro más de altura que los cientos de campesinos de rostro cetrino y gorras encarnadas que hoy visitan la ciudad más grande del mundo.

Comenzamos a caminar. Frente al Bund, rosario de restos mudos de los años de colonización inglesa, francesa, alemana, rusa, japonesa o norteamericana, se alzan, al otro lado de río Huangpu, gigantescos edificios emblemáticos, chinos-chinos como toros-toros.

El smog lo rodea todo. Según las estadísticas, la contaminación no baja de 300 mg por metro cúbico, siendo la media recomendable de la OMS de 25 mg. Algunos viandantes, pocos, llevan mascarillas y no es para menos. En la primavera de 2013 se llegó a los 1.000 mg, las escuelas permanecieron cerradas durante varios días y del aeropuerto no pudieron ni despegar ni aterrizar aviones.

El tráfico se adivina al fondo intenso y colapsado en los diferentes cinturones que se entrelazan entre largos puentes y túneles anchísimos. Un a modo de desarrollismo impenitente lo impregna todo, pero no conviene olvidar, advierte Iñaki, que no hace tantos años, algunos millones de chinos morían simplemente de hambre. Por otro lado, continúa mi guía, todo esto ha dejado de ser interesante en la misma medida en que ha dejado de ser y ha evolucionado hacia un capitalismo tan delirante como convencional. Se exhiben los nuevos edificios como réplicas de Chicago, pero el Chicago original todavía existe. Se alaba un nuevo puente que tiene como modelo al de San Francisco, pero el Golden Gate sigue ahí impertérrito. Se produce cualquier cosa, pero, en muchos casos, se trata de copias mejores o peores.

Las cuentas, sin embargo, no acaban de cuadrar, o aquí se hacen de otra manera. Al parecer, el salario medio es de unos 600 euros (el de un maestro puede alcanzar los 800 o 900), pero por la calle se ven muchos Mercedes, BMW y algún que otro Masserati; y el precio del metro cuadrado no parece bajar de los 3.000 euros.

Al parecer, una gran burbuja de simulacros se extiende de norte a sur y de este a oeste ayudada en su expansión por el espíritu sempiterno de sumisión y por la valoración suma de la apariencia.

Y la burbuja tiene que explotar porque su explosión es consustancial al régimen en que se ha creado: no hay capitalismo sin crisis sistémica y depuradora (Iñaki es abogado-economista de la vieja escuela de Deusto).

"¿Qué pensarían de todo esto Mao o Chou Enlai?", le pregunto a Iñaki en un aparte mientras nos dirigimos al barrio francés, el único que todavía conserva unas dimensiones urbanas reconocibles.