Junio-Julio 2014

nº 158

Cuatro poemas

Alfonso Vila
alfonso vila

FIESTA MAYOR (segundo verano)

La música vibra al fondo del valle.
Y por un instante todo es
como debió haber sido.
Dos jóvenes en motocicleta
y el mundo frente a ellos.
Un rincón oscuro, un beso azul,
una risa blanca
que estalla en la noche.
La música vibra al fondo del valle.
Y por un instante unas notas perdidas
se cuelan por mi ventana.
Los recuerdos vuelan con ellas.
Van y vienen llevados en su cálido regazo.
Los recuerdos se pierden por el valle negro
entre la música y los besos de jóvenes enamorados
que nada saben del amor
porque la vida les colma
(agua fresca rebosante en la fuente dura).
Yo fui así un día y ya no recuerdo nada.
El amor cayó como un licor ardiente sobre mi garganta vacía.
Hoy me despierto a media noche con una melodía antigua.
Y vuelvo a ser aquel que pude ser y no fui,
o aquel que fui sin saber que era.

La música vibra
al fondo del valle. Y todo un mundo hundido
resurge del océano.
Eso es hermoso. Ahí, me digo, deslumbrado
por mi propia serenidad,
reside la hermosura
última de la vida.
La canción muere. El silencio va atenazando
poco a poco los corazones fríos.
Dos jóvenes vuelven en moto a su vieja casa.
La música aún reviste sus cuerpos encendidos.
Eso es hermoso, escucho decir detrás de mí.
Alguien que no soy yo no lamenta lo vivido.
Alguien que no soy está en paz con la vida.
Lejos de mí, en otra habitación,
dos cuerpos caen pesadamente sobre la cama
y la música deja su sitio al barniz del sueño.
Un beso olvidado escapará de los labios cerrados.
Y cuando el sol despunte
sobre el negro lomo de la sierra,
presagios oscuros llenarán los días.


SHINE A LIGHT, THE ROLLING STONES

Olvidemos los divorcios.
Olvidemos las peleas.
Olvidemos el miedo.
El error.
La pena.
Olvidemos los gritos.
Olvidemos los tiros.
Olvidemos los besos, las sobredosis, los autobuses y las autopistas.
Olvidemos las madrugadas vacías.
Olvidemos los vasos a rebosar.
Olvidemos las palabras, los cuchillos, la mirada que atraviesa la piel,
el cuerpo que cae al río, el hielo y su fuego.
Una canción, dame una canción.
Nosotros sabemos dónde está la curva.
Nosotros hemos cruzado cien veces ese puente roto.
Una canción, dame una canción.
Una canción que lanzar contra la vida.
Una canción para calentar la casa.

Olvidemos las mentiras.
Olvidemos el amor que se escribe.
Olvidemos las palabras de sílex y metal imperfecto.
Olvidemos que hay un nombre para cada herida que nos tiene atados.
Una canción. Sólo una canción.
Que tus ojos brillen en la noche. Que tu risa salte la hoguera por ti.
Mira a los otros. Todos se muerden y cantan y luego duermen y lloran.
En esta casa sin puertas sólo una canción puede cerrar la vida.
Algún día alguien dirá “yo estuve allí” y no seremos nosotros.
Dame una canción para calentar la cama.
Cuando tus manos y mis manos no bastan…


CIRO

Todavía no ha llegado la hora
de la batalla,
pero ya se escucha
un rumor de buitres hambrientos
en los altos cantiles.
Un joven hoplita rompe una lanza,
se traspasa el pecho
por amor a un esclavo;
y él, impasible, mudo,
hunde los ojos en el horizonte
imaginando –calculando–
cuántas nuevas derrotas
traerá la victoria.

Bajo las ramas polvorientas
aguardan, inmóviles, los soldados.


HÉROES

La mayoría de mis héroes están muertos,
y los que aún siguen por aquí,
malgastando sus recuerdos
en tertulias de borrachos, saciando
sus ansias de huida con drogas y mujeres
que nunca sabrán del privilegio con que el azar
las obsequió una noche cualquiera,
no tardarán en irse.
Es el sino de la verdadera inteligencia:
pasar sobre la vida como un relámpago,
dejando tras de sí un destello de admiración
y deseo.