Junio-Julio 2014

nº 158

Pastor belga

Francisco Taboada
Paula-Arranz-Pastor-belga
Foto: Paula Arranz
En efecto, el candidato Azul aprovechó que el otro tenía que respirar y le cortó su argumentación atacando a su ideario político con un despreciativo: Claro, ustedes y sus siniestras creencias ...

Nos recibió meneando la cola un pastor belga de exhibición canina que todavía olía a laca de peluquería. Era hermoso, vital y comedido. Negro azabache. Un ladrido único de bienvenida, postura de perfil con la cabeza alzada indicando la dirección correcta, y un trote sosegado, alegre, de confianza, unos pasos por delante de nosotros. Buen perro, Perrito, le dijimos Alejandra y yo, por ese orden, para que conociera nuestras voces, nuestras intenciones, hasta llegar a la puerta de la casa, donde se detuvo y afianzó su posición. Le sonreímos. Sus ojos se volvieron de vidrio candente. Esperamos ante él. Quietos. Ladró una vez, seco, como si fuera el timbre, oímos pasos y Santiago abrió la puerta. En lo que tardamos en saludarnos, el perro había desaparecido.

—Se llama Sven, es de mi hermano; le gusta poner cara de perro malo pero no mataría ni una mosca… como mi hermano. Anda suelto por el jardín, parece que le gusta.

Entramos en casa. Éramos los últimos. Los demás ya estaban sentados frente al televisor panorámico con sus bebidas respectivas. Le serví dos dedos de malta a Alejandra y uno para mí. En la pantalla, la presentadora hizo entrar en el plató a los dos candidatos de los partidos mayoritarios, Azul y Rojo, caminando juntos, con dos sonrisas más cínicas que los derechos humanos.

—El que más vale de los dos, no vale nada —dijo Carmen.

—Pues uno preside el gobierno y el otro amenaza con hacerlo —añadí.

—Neutralidad, ante todo neutralidad –recordó Santiago, como anfitrión. Abrió el cuaderno de las apuestas, desenfundó la pluma y prestamos atención al debate. Alejandra fue la primera que vio algo significativo. En el minuto nueve. Equipo Azul.

—Punta de la lengua a los labios. Recorrido de labios. Hombros hacia atrás. Falacia del Hombre de Paja en dos minutos.

En efecto, el candidato Azul aprovechó que el otro tenía que respirar y le cortó su argumentación atacando a su ideario político con un despreciativo: Claro, ustedes y sus siniestras creencias… Los buenos reflejos de Alejandra le concedieron cinco puntos, uno por participante, sin discusión.

—Apuesto veinte a que Rojo le responde con una falacia de Pendiente Resbaladiza —dijo Santos—, nos espera un chorro de argumentos que no va a ninguna parte…

Alejandra cubrió la apuesta, afirmando que Rojo no iba a reaccionar, pero lo hizo, como había dicho Santos, y perdió veinte puntos. La verdad, el debate era bastante malo, daban un poco de lástima, y eso agitó las apuestas hasta niveles ordinarios. Raúl y Santos se jugaron cinco mil por un Sofisma Patético, nadie se lo esperaba, en el que Azul apeló a la emoción de la audiencia buscando la lágrima fácil. En vez de llorar daban ganas de pagarle un cursillo de retórica, o darle una beca. Y así en decadencia hasta finalizar la primera parte del debate. Santiago se ganó los cinco puntos finales con su acertado resumen de la situación y una previsión de futuro.

—Apuesto a que la segunda parte será una queja continuada, el efecto Von Restoff. Puro aburrimiento—. Y, aunque el debate era en directo, propuso grabarlo y continuar después de la cena. Nos pareció buena idea. Alejandra negoció las bebidas. Una botella de vino cada dos personas y un chupito como máximo durante las apuestas. Todos aceptamos. Disponíamos de hora y media para desentrañar los que los equipos de consejeros estarían haciendo en aquellos momentos entre bastidores, mientras pasaban la publicidad. Eran gente como nosotros, con capacidad analítica como la nuestra, habían estudiado en universidades como las nuestras, y ahora estarían intentando central a los candidatos, como haríamos nosotros si ocupáramos su lugar. Pero el material humano era deficiente, así que les tocaba improvisar.

—Puede que la segunda parte sea un aburrimiento –comentó Raúl, sentándose a la mesa— pero las preguntas del público no van a tener desperdicio. El nivel está por los suelos.

—No es cierto –defendió Alejandra—, la gente no es tan tonta como sus gobernantes. Seguro que pueden hacer preguntas que ellos no llegarían ni a entender. Las preguntas se criban, para descender a la altura de los candidatos. En estos tiempos lo único que procede es pedir Socorro.

—¡Socorro! –dijimos todos a coro, y Alejandra se puso colorada.

La cena fría de Chef Salvador fue espléndida, como siempre. Cumplimos con la cuota de alcohol, pero yo rechacé el chupito y salí al jardín para respirar un momento. Pienso mejor si fumo un cigarrillo, y lo necesitaba porque mis apuestas iban peor que las neuronas de los candidatos. Encendí un Camel y al apagar la llama vi los ojos del perro. Esta allí mismo, a unos pasos, sentado en una postura cómoda y ligeramente apoyado en un par de delgados abedules blancos. Desde allí nos estaba observando mientras comíamos.

—Sven –le dije, y vino a mi encuentro. Santiago nos acababa de contar que su hermano había tenido un revés económico y estaba reponiéndose en un balneario suizo. Normalmente, el perro estaba con él en casa, pero si había visitas prefería el jardín.

—¿Qué tal estás, Sven? –le dije alargando la mano, y él acercó la cabeza para recibir una caricia.— Seguro que tú lees nuestros gestos mejor que nosotros los de los políticos. Y sin ir a la universidad.

El perro me miró con nostalgia. Buscaba en mis movimientos, en nuestros movimientos humanos, semejanzas con su dueño; mientras que nosotros sólo buscábamos en los demás sus defectos, lo inhumano e imperfecto como referencia: el arte de la demolición. Quise redimirme, apagué el cigarrillo, me puse de rodillas y le di un abrazo. Él colocó su cabeza sobre mi hombro, suspiró caliente a mi oído. Luego se zafó con orgullo y regresó a su atalaya de abedules. A la fragilidad de la noche.

—¿Con quién hablabas? –me preguntó al entrar Alejandra.

—Con Zaratustra.

Francisco Taboada
Blog Palabras dactilares
Foto: Paula Arranz