Junio-Julio 2014

nº 158

Cuando comienzan los días

Enrique Gutiérrez Ordorika
paseante
Imagen: © ardiluzu 2014
A mi lado o detrás mío va Eva
o delante, y yo la sigo del mismo modo

Walt Whitman

Poema y luz

Rosa salió al borde del camino, y alegró al caminante, y bella lució el color de sus pétalos, pero más bella fue por los ojos que la sonrieron.

Niñez

Me hace reír esa niña que tiene tres lunares en la cara: uno grande marrón lunar de sus ojos, otro grande poema lunar de su boca, y uno pequeño secreto que yo desconozco.

Terca

No lloverá. El silencio se amontona, obstruye, entorpece. No lloverá, aunque la presa de los ojos esté a punto de resquebrajarse, aunque un alud de palabras amenace con saltar la barrera de dientes. Estate segura, no lloverá. Esconde el paraguas, aunque estés empapada, empapada y, cuando nadie te vea, seca tu ropa.

Alfombras de mármol

Arrincono los poemas para manifestar qué estúpida es la dicha de quien lee el mármol cautivo del paladar de sus alfombras, olvidando que el polvo no alimenta los ojos sino los basureros y que, tal vez, a pesar de lo que puedan argumentar o gritar, su mundo lo pueblan sordos que únicamente dicen: sí, porque no se atreven a decir: ¡bobadas!

¡Ay Rosa!

Se pinchó en el dedo recogiendo el pespunte que hilvanó mal. ¡Ay Pablo! ¿Cómo me va a sentar este traje? Se curó con mercromina y unas gotas de alcohol. ¡Ay Pablo! Cuán grande va a quedar. ¡Ay Rosa! Ya te valdrá.

Dicotomías astrales

La estrella es estrella toda la noche, pero se convierte en sol a la mañana, cuando decimos: comienzan los días.

Me gustaría pedirte una rutina

Yo, que despeino el cabello al viento para predecir a mis versos su futuro, que escabullo los puntos y las comas tanto como los buenos días y las presentaciones, que prendo penas en los ojales de las risas de los otros y silencio en los manteles de las bodas, que no doy lazadas a mis manos para desear felicidades y silbo húmedo como los juncos, me gustaría pedirte una rutina. Un ser luna para mi sombra oscura sin estrellas, con sus tramos menguantes, crecientes y nuevos, con sus eclipses seguros y sus nocturnos sin luna. Un marcar continuo en mi noche del punto donde habré de clavar el sol de todas las mañanas.

Es calma

De los labios es cautiva la prisa que los hombres y mujeres llaman deseo y que al final, de una u otra forma, será calma.

A mayo le sobran

A mayo le sobran diez de mis días. Prestados los dejo al poema ladrón de sus ojos morenos. Y ellos, presentes, a cambio me han regalado cien huellas pezuñas del animal que, sin ser pájaro, anda caminos de barro y además es poeta o quejido o guitarra, asomado a su tiempo pasado, que es mi manera de no estar solo.