Abril 2014

nº 156

Noches de abril

Enrique Gutiérrez Ordorika
sombras
Imagen: © ardiluzu 2014
Le juro que me alegraría
pues únicamente los enamorados
tienen derecho a llamarse gente

Alexander Blok

Ebrio de mi propia sombra

Como un poste ebrio de su propia sombra que la acera mira indiferente, paseo calle abajo mi propia tristeza. Tú vistes de nieve el último verso. A ras de cielo el pájaro se posa. Los muros abotonan sus abrigos...

Romperá la paz este atroz mediodía, chillarán los periódicos mentiras soeces, el puñal herirá mis lamentos acuchillando a traición la espalda, beberán en arrugas los papeles el sorbo del elixir sangriento y yo, poeta al que ataron un sol al cuello, recitaré en voz alta la traducción de este triste poema.

Esperad que se apaguen las gotas tenues, sólo siento agujeros debajo de los párpados de mi cara. Ocultos tras la bufanda lloran los ojos condenados a mirar desde el cogote. Mundo, te he reservado mis mejores pliegos. La luna relumbra menguante porque hurtaron el pedazo de nácar.

Silencio, te coseré estrofas que hagan ese dolor soportable. Excusa ahora a mis labios, mi corazón derrumbará su queja. Hoy una mujer curará mis caderas queriendo...

Quién fuera

Ay, quién fuera tecla encima y debajo de la uña y el dedo. Ay, quién fuera interludio en el amar tenso del quieto aliento cuerda. Y ay, quién fuera verso a pesar de haber usado sangre, en todos los apellidos versos.

En el rincón de los astros

Extirpo de mi estómago la piel para un sombrero. No quiero engullir más penas, mi hambre es de sueños. Enfundo en mi cabeza un desayuno de alba sin galletas y, empapado en la leche de las nieblas, doy vida a los peleles que doloridos fueron hombres que abandonaron su pellejo. Ahí detengo la ruleta que colorea las mañanas. ¡No soy un tipo con suerte! Me quedo con el día en que mi mirada absorbió tu sonrisa. Borro de mis recuerdos todas las tardes. No quiero ver tus lloros. Enfermo de noche, me pegaré con las estrellas y, una vez hecho sitio, levantaré una vela con tu luz en el rincón de los astros.

Imagen

Soy como la ola salvaje que brama en la soledad de su océano y cuando divisa una costa morena en espuma se desvanece.

Cuídate

Cuídate de la noche, de mi noche cuídate... Cuídate del rondar suspenso de mis apariencias, del lento llegar que se me escapa, de la caricia que tapa tu boca, del sonido nocturno de mis labios grises, de esos dedos rebeldes que te impiden los pasos, de mi silueta sombra que oculta el rayo de sol. Cuídate, cuídate de la aguja de mi tiempo fenecido, del tren largo de mis senderos inseguros, de mis cortinas de acero cuando evado la calle, de mi lengua serpiente que miente y ha mentido, de mi pie vagabundo que suena a luz de farol y es farol que añora su luz y arrastra y arrastra su noche. Cuídate de la noche, de todas las noches, cuídate... Cuídate del rondar suspenso, de sus apariencias, de los lentos llegares que se les escapan, de las caricias que tapan las bocas, cuídate… Cuídate y abre tu boca.

Casi poema

Un suspiro eligió el curso pedregoso y se aventuró en la humareda. Pensó que, cubierto por el manto de la noche, ocultaría su secreto en las distancias. Pero al chocar con el frío cuerpo de la acera, sintió la hipocresía a la luz de sus ojos, y desnudo, y tembloroso, se vació en el torrente: lluvia a nuestros entenderes y cristal luminoso al de los ciegos que, aún, se ocultan de los amaneceres.