ISSN: 1578-8644

LUKE nº 151 - Septiembre 2013



La torre

Sergio Sánchez-Pando

La novela abarca los cinco años que transcurrieron desde la muerte de Breznev hasta la caída del Muro, si bien de forma fugaz se desparrama hacia etapas del pasado ...

Mientras Europa permaneció dividida a raíz de la Segunda Guerra Mundial siempre me intrigó cómo sería la vida en los países del otro lado del Telón de Acero. Era muy poca la información que nos llegaba de ellos. Puede que el más rígido y hermético de aquellos estados fuera la República Democrática Alemana, quizás porque tenía una contraparte en el lado occidental que en teoría permitía comparar los progresos y la realidad de uno y otro. La RDA era además blandida con frecuencia como un modelo de eficiencia económica por los partidarios del socialismo real en Occidente. Pese al tiempo transcurrido puede que fuera aquella curiosidad, nunca bien satisfecha, la que me impulsó a leer la monumental novela “La torre”, escrita por Uwe Tellkamp y editada recientemente en nuestro país por Anagrama.

La obra ofrece una radiografía de la descomposición de la RDA, centrada en su última etapa, a través de la vida cotidiana de tres miembros de una familia: un joven e introvertido estudiante con tendencia a generar la incomprensión a su alrededor; su padre, un capaz pero inquieto médico cirujano que lleva una doble vida; y su tío, un editor-escritor con un rico mundo interior pero cuya pasividad parece predestinarle a pasar de puntillas por todos lados. Con ellos accedemos a los restantes miembros de su extensa familia la cual habita en un antiguo barrio residencial de mansiones con pretensiones, ahora decrépitas, que, dada la escasez de viviendas comparten con otras familias y, por extensión, a todo un microcosmos humano que nos proporciona una rica y variada visión de la realidad en la RDA.

Lo que emerge es una sociedad un tanto kafkiana, acostumbrada a vivir con estrecheces, muy deteriorada desde el punto de vista medioambiental, que se ve obligada a renovar de forma constante su compromiso con un régimen omnipotente, siempre presente a través de sus innumerable tentáculos y de su insufrible y desquiciante burocracia, que les garantiza unas condiciones de vida más bien precarias.

La novela abarca los cinco años que transcurrieron desde la muerte de Breznev hasta la caída del Muro, si bien de forma fugaz se desparrama hacia etapas del pasado que permiten vislumbrar los vaivenes y la extraordinaria complejidad a la que se ha visto sometido aquel territorio, ello pese a que el autor hace escasa referencia a los acontecimientos históricos. La sensación que se transmite es la de habitar un mundo aparte, como suspendido en el tiempo, que obedece a una lógica propia e intransferible.

Tellkamp se sirve de una escritura minuciosa, atenta a todos los detalles –disecciona el paisaje urbano de Dresde de tal modo que eleva a la ciudad a la categoría de indiscutible protagonista-, que abarca una realidad extensa y compleja, con multitud de personajes, que combina el realismo y pasajes con cierta carga simbólica. Aunque la narración resulta más bien plana y avanza con un ritmo moroso, carente de crescendos, de progresiones, de clímax, ello traslada al lector el espíritu de aquella sociedad estancada, inmovilista. El acento se pone en la vida cotidiana. Solo al final se permite alterar el registro, una vez los acontecimientos se precipitan. Y es que la ruptura que pondría fin al régimen fue más bien imprevista e inesperada, como si hubiera permanecido latente antes de asestar un repentino golpe de gracia, hasta el punto de que los primeros sorprendidos parecen ser los propios habitantes de la República.

Llama la atención los delicados equilibrios a los que se ven obligados los protagonistas a fin de mantener los propios principios en un sistema que les exige un constante compromiso y como éste se ve irremediablemente erosionado ante la creciente dificultad para satisfacer sus necesidades básicas, lo que trata de contrarrestar con una actitud de creciente sospecha cuando no de amenaza más o menos velada –la Stasi, la temida policía secreta de la RDA, juega un papel discreto en la narración-.

Pero una vez satisfecha la curiosidad que propició el impulso para leer La Torre se origina una nueva: el deseo de conocer el proceso de adaptación de sus personajes a la realidad que siguió a la unificación alemana. Si algo queda claro es que el derrumbe de un sistema socioeconómico no ha de venir necesariamente antecedido por abruptos acontecimientos ni por transformaciones de gran calado. Pueden perfectamente sobrevenir de forma casi imperceptible, con la parsimonia del tic tac de un reloj. Una enseñanza que convendría no desestimar a la hora de evaluar nuestra realidad actual.