ISSN: 1578-8644

LUKE nº 151 - Septiembre 2013



En las distancias cortas. Crímenes (I)

Kerman Arzalluz

Yo quiero rodar, devorar millas, el juguete enano ese sigue parado, no hace nada, como una chinita en medio de la calzada. No puedo contener por más tiempo al monstruo ...

Soy el rey del mambo al volante de mi Hummer. Sí, es ese 4x4 descomunal que parece más una tanqueta que un coche, el que conduce David Caruso, el pelirrojo Horatio de C.S.I. por las calles de Miami. El caso es que lo acabo de recoger del taller y me muero por meterles caña a los impresionantes neumáticos de 35 pulgadas que le acaban de poner. Pero el de delante no se mueve. Desde aquí arriba parece uno de esos cochecitos eléctricos ridículos que se conducen sin carné. El tío no se entera de que el disco está en verde –ni parece ver lo que tiene detrás-. Yo quiero rodar, devorar millas, el juguete enano ese sigue parado, no hace nada, como una chinita en medio de la calzada. No puedo contener por más tiempo al monstruo, el semáforo lleva siglos en verde, mi “martillo” lleva zapatos nuevos y quiere pisar fuerte, lo siento…

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Les juro que incrustó su ojo en la punta de mi compás.

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¡Qué estampado más bonito! escucho al pasar junto a ella. “Estampado bonito”, ha dicho “Estampado bonito”. ¡Cómo diablos puede ser un estampado bonito! Un gorrión estampado contra la luna de un vehículo no es bonito, un trabajador precipitado desde lo alto de un edificio y estampado contra el suelo no es bonito. Un estampado es per se tosco, brusco, es la desaceleración absoluta, es definitivo. Y lo voy a probar. ¡Vaya! Una señora estampada contra un escaparate sí es bonito. En cualquier caso, es definitivo.