ISSN: 1578-8644

LUKE nº 152 - Octubre - Noviembre 2013



Baudelaire, más allá de los géneros literarios

Miguel Ibáñez

Entre este primer relato y la novela corta "La Fanfarlo" hay que situar el encuentro de Baudelaire con la obra de Poe. Tras la lectura de "El gato negro" comienza una intensa admiración del francés por el norteamericano que llevará a Baudelaire a convertirse en traductor de Poe y difusor de su estética.

Es indiscutible que la obra poética de Baudelaire –dentro de la cual debemos incluir los poemas en prosa- se ha convertido en referencia de la modernidad literaria. Menos conocida es su obra narrativa, a través de la cual participa en una revolución no menos importante que la poética, como es el nacimiento de un nuevo paradigma del relato o nouvelle, en compañía de autores como Edgar Allan Poe o Guy de Maupassant.

El primer acercamiento del joven Baudelaire a este género se produce en 1846. A los veinticinco años, el joven escritor que ya se ha hecho un nombre como crítico de arte publica El joven hechicero en la revista L'Esprit public. Se trata en realidad de la traducción libre de un relato del reverendo irlandés George Croly, autor de novelas góticas que alcanzó cierta difusión en la época. Baudelaire se apropia del relato con descaro de bohemio y lo publica como si fuera obra propia, aunque con seudónimo. No se puede decir, por lo tanto, que nos hallemos ante una obra genuina del poeta francés, pero toda traducción es también una creación, y en esta encontramos algunos rasgos propios de su estilo: la estética paganizante, la psicología del dandi, que podemos reconocer en el personaje del joven griego acompañante del protagonista, o las elaboradas descripciones en las que se recrea un ambiente de sensual decadencia. El final de la obra es ciertamente forzado y un tanto apresurado, pero ese es un defecto achacable al original.

Entre este primer relato y la novela corta La Fanfarlo hay que situar el encuentro de Baudelaire con la obra de Poe. Tras la lectura de El gato negro comienza una intensa admiración del francés por el norteamericano que llevará a Baudelaire a convertirse en traductor de Poe y difusor de su estética.

De este encuentro nacerán las ideas del francés sobre el género del relato, que caracteriza por la intensidad, la unidad de impresión y la totalidad de efecto, frente a la extensión y libertad de la novela, “ese género bastardo”. En el relato “no debe deslizarse una sola palabra que no sea una intención, que no tienda, directa o indirectamente, a perfeccionar el diseño premeditado”.

Baudelaire elabora a partir de la estética de Poe una verdadera apología de la intensidad y el efecto, que le permite superar las diferencias entre poesía y prosa. Quiere llevar a la prosa la concentración de la poesía, y sin duda este propósito influye en la madurez estética de La Fanfarlo, aparecida en Le Bulletin de la Société des Gens de Lettresen enero de 1847. Se trata de una novela corta de estética realista, un verdadero estudio de caracteres al estilo de Balzac, centrado en unos pocos personajes de cuya interacción nace la trama.

El joven poeta Samuel Cramer es el protagonista. En él podemos reconocer un retrato deliciosamente irónico del propio Baudelaire, con sus ínfulas de bohemio elegante, su acicalamiento y sus extravagantes lecturas. Es autor de Águilas de mar, una recopilación de sonetos “como los que todos hemos hecho y leído cuando teníamos el juicio muy corto y el cabello muy largo”.

Cramer se encuentra en París con un antiguo amor, Madame de Cosmelly, que es ahora una mujer casada y respetable, residente en “una de las calles más aristocráticas del barrio de Saint-Germain”, pero infeliz por culpa de otra mujer que se ha interpuesto entre su marido y ella.

Esta otra mujer es una bailarina a la que llaman La Fanfarlo, “ligera, magnífica, vigorosa, llena de gusto en sus ropajes”. Madame de Cosmelly le pide a Cramer que aparte a La Fanfarlo de su marido, y el poeta, que aspira a recuperar su antiguo amor, accede.

El joven dandi, la mujer casada y la cocotte: estos son los tres personajes, a los que habría que añadir el marido ausente, de los que podría surgir el argumento de una comedia de bulevar. Y en buena medida lo que hace un Baudelaire que ya domina la técnica de la narración es escribir una comedia. La ironía del final contribuye no poco a ello, junto a la inversión de los papeles, puesto que aquí nadie es lo que parece: el escritor mundano y elegante, la mujer débil y sufridora y la artista de vida alocada se transformarán en otros personajes ante la mirada divertida del lector, que asiste a todo ello como a una representación.

El narrador testigo nos lo cuenta como si nos contara un cotilleo, pero esa pretensión de oralidad no debe llevarnos a engaño. La Fanfarlo es una obra escrita con un estilo que va más allá de la prosa puramente enunciativa y que en algunos momentos alcanza la densidad de los Pequeños poemas en prosa, o Spleen de París, la gran aportación de Baudelaire a la renovación de la poesía en el siglo XIX.

Entre la prosa y la poesía, lo narrativo y lo lírico, lo real y lo evocado, el genio de Baudelaire no se conformó con encerrarse en una sola estancia, por lujosa y amable que fuera. Las dos narraciones de este libro son un buen ejemplo de la libertad y la exigencia con la que abrió nuevos caminos a la literatura.