ISSN: 1578-8644

LUKE nº 147 - Marzo 2013



Oteiza con “Caja vacía”

Emilio Varela Froján

Pues en este contexto, de reflejos y brillos, de luces y vistas sobre la ciudad, lo que realmente está viendo Oteiza, lo que quiere hacer ver y fijar a su cámara, lo que resuelve su mirada, no es la imagen de la escultura y del lugar, es decir, la representación o la figuración de su paisaje y de su máscara, sino, contrariamente, la manifestación formal y material de la inmovilidad del muro y del vacío de la estatua ...

En la fotografía que se hizo en torno a 1958 (ver imagen), aparece Oteiza en el interior de su casa-taller de Irún, exactamente en el estar-comedor de la casa. La fotografía está realizada desde el balcón de la estancia y hacia el interior de la casa, a través del gran ventanal que los separa, por donde se ven, contra una de las paredes, algunas pequeñas esculturas sobre un radiador y una mesa baja, una puerta abierta al fondo de la estancia y, en primer término, al escultor sentado que mira al exterior con su cámara.

Al mismo tiempo, el reflejo en el vidrio del ventanal, además de darnos la posición desde donde se sacó la fotografía, permite entender la tarea que realiza el escultor con su cámara. Está fotografiando una de sus cajas vacías, concretamente una de las versiones de la CAJA VACÍA. CONCLUSIÓN EXPERIMENTAL N.º 1, 1958, estatua que sobre un liviano pedestal, de los que empleó antes en la exposición de sus esculturas en la IV Bienal de São Paulo en Brasil de 1957, ha sacado al balcón y colocado junto al antepecho para darle el mismo aire y espacio de los montes que existen al fondo frente a la casa.

Sin embargo, bajo el paisaje natural están reflejadas también una línea de edificios industriales y casas, y las hojas y ramas de un árbol, como fragmentos del entorno urbano inmediato a la casa. Es la ciudad delante, con sus imágenes y ruidos, lo que está sucediendo en el mismo instante que Oteiza mira, sobre el objetivo de la cámara, a los montes junto al cielo y a la estatua.

Pues en este contexto, de reflejos y brillos, de luces y vistas sobre la ciudad, lo que realmente está viendo Oteiza, lo que quiere hacer ver y fijar a su cámara, lo que resuelve su mirada, no es la imagen de la escultura y del lugar, es decir, la representación o la figuración de su paisaje y de su máscara, sino, contrariamente, la manifestación formal y material de la inmovilidad del muro y del vacío de la estatua o, lo que es igual, la naturaleza inmóvil y vacía del Muro y de la Estatua.

Años después, entre las 750 fotografías que ilustran el libro de Miguel Pelay Orozco, Oteiza. Su vida, su obra, su pensamiento, su palabra (1978), aparece una en la parte superior de la página 44, con un pie de foto añadido por Oteiza que dice lo siguiente: “Caja vacía, integración religiosa de espacio estético y Naturaleza”. Utilizó esta fotografía (parte superior de la imagen) también como ilustración 52 del libro Quousque Tandem...! Es una de las que el escultor hizo de la escultura aquel día, y en su recorte fotográfico ha eliminado, a favor de la naturaleza inmóvil y silenciosa de la estatua, todo lo que era imagen simbólica del paisaje y gesto significativo de la máscara, para estéticamente señalar en el espacio concreto, entre el vacío del Muro y el límite de la Naturaleza, la función sagrada o metafísica de la Estatua.

Lámina: OTEIZA CON “CAJA VACÍA”