ISSN: 1578-8644

LUKE nº 147 - Marzo 2013



Viejos camaradas

Antonio Tello

Se sirvieron whisky y brindaron por la amistad y la revolución. Rieron. Mientras hablaban más se hacía patente ante sus ojos la comunión de gustos e intereses de sus antiguos compañeros ...

Ilustraciones: Carlos-Esteban Resano Vasilchik

Ambos habían crecido juntos en un barrio suburbial y juntos, embargados por la pasión revolucionaria, entraron a militar en el mismo grupo. Ahora, mientras subía en el ascensor del lujoso edificio de un barrio residencial, recordó muchos momentos vividos antes de que la cárcel, el dolor y el destierro los separara durante veinte años. Cuando al fin se vieron se estrecharon en un abrazo que pareció fundirlos para siempre. Pero hubo de separarse para abrazar a los otros dos supervivientes que lo esperaban. Así empezó aquella velada de un encuentro que todos creyeron imposible. Se sirvieron whisky y brindaron por la amistad y la revolución. Rieron. Mientras hablaban más se hacía patente ante sus ojos la comunión de gustos e intereses de sus antiguos compañeros.

¿Y vos?, le preguntó su amigo ¿has hecho guita en el primer mundo?

Él ladeó la cabeza y sonrió como toda respuesta.

Seguro que no, dijo otro, es un romántico.

¡Un boludo!, dijo el tercero dándole un golpe cariñoso en la espalda.

¡Viva la revolución, carajo!, gritó el amigo alzando el vaso de whisky.

En ese momento, una asistenta los llamó al comedor y enseguida empezó un trasiego de exquisitos platos.

¿Qué? ¿Te gusta?, preguntó el anfitrión palmeándole la espalda y buscando su aprobación para una perdiz estofada al oporto.

Sí, me gusta la perdiz, pero…

¡Le gusta la perdiz pero…!, exclamaron los otros riéndose como si hubiese dicho algo extraordinariamente gracioso.

Bueno, pienso en el vuelo de la perdiz cuando el cazador la asusta…

¡El vuelo de la perdiz!, repitieron los tres desternillándose.

¿Cómo que pensás en el vuelo de la perdiz, boludo?, le dijo su amigo hipando. Pero si el vuelo de la perdiz es corto y plano y así ¡bang! la cagan matando.

Es que ahora, me han dado ganas de volar como la perdiz, reveló con una sonrisa tímida.

¡No jodás!

¡Y volá, boludo, volá!

¡Viva la revolución, carajo!

Para sorpresa de sus antiguos camaradas, se levantó de la mesa, salió a la terraza y, subiéndose al bordillo, se lanzó al vacío.

Ilustraciones: Carlos-Esteban Resano Vasilchik