ISSN: 1578-8644

LUKE nº 147 - Marzo 2013



Plazas: Plaza de la Egresia-Altea (Alicante)

Vicente Huici

Roche no se solivianta, dice que no merece la pena. Prefiere dirigir su mirada hacia las bellas calles de este pueblo blanco, recordar el magnífico Museo de Arte Contemporáneo de la capital o asirse a la aspiración kantiana de la ciudadanía perfecta ...

Un sol blanco calienta nuestras cabezas y, de vez en cuando, breves ráfagas de un viento gélido nos obligan a ajustar instintivamente las bufandas. En el periódico Información, un gran titular indica que el ex alcalde de Alicante ha sido imputado por un viaje en jet privado a Creta que costó 45.000 euros al erario público. En letras más pequeñas puede leerse que los representantes electos del PP han acordado renunciar a los pagos “bajo mano en un plazo razonable” (sic). Carmen sonríe y dice que por aquí ha circulado mucho dinero entre constructores y ayuntamientos y que parte de ese dinero se ha utilizado muy bien y otra parte muy mal.

Es posible. Desde luego las infraestructuras, más allá de algún delirio caciquil, parecen bien planificadas y mantenidas. Los servicios son ya otra cosa. El tono adusto general se contagia hasta el punto de que es difícil encontrar un reloj/termómetro digital de esos que ya hay en cualquier esquina, las oficinas de información turística siempre están a falta de ganas y de folletos, y a veces resulta hasta difícil enterarse de los horarios de un tren o un autobús. De las cafeterías y de los váteres de los transportes públicos mejor no hablar…Vamos, que cuando hay interés privado de por medio todo funciona, pero si se trata de algo relacionado con el interés público, paciencia y barajar.

Roche no se solivianta, dice que no merece la pena. Prefiere dirigir su mirada hacia las bellas calles de este pueblo blanco, recordar el magnífico Museo de Arte Contemporáneo de la capital o asirse a la aspiración kantiana de la ciudadanía perfecta.

En una esquina de la plaza, frente a la iglesia que le da el nombre, un negro y largo señor, con turbante y barba grisácea, toca al arpa canciones navideñas. Me quedo ensimismado escuchando frente a un severo té sin azúcar. La comida ha sido copiosa y generosa –sobre todo y más allá de la paella de marisco, los embutidos y el riquísimo escandel– y el vino (buena mezcla de uva monastrell y merlot) apenas la ha aligerado. Entre tanto, Maite whasppsapea con su amigas y Mertxe charla animadamente intentando matizar la fonética alicantina.

Al poco, todos nos levantamos y, prietos como una fila de moros (de los moros y cristianos), conseguimos salir de la plaza en un giro perfecto y encaminarnos hacia la terraza panorámica que se abre sobre el valle. Contemplamos en silencio la vista y Maite nos inmortaliza en una foto.

La naturaleza siempre consuela, aunque emerjan entre plásticos sucios horizontales y verticales rascacielos playeros. ¡Ah, la naturaleza!