ISSN: 1578-8644

LUKE nº 147 - Marzo 2013



Chaval

José Manuel Botana

La nota decía: “Quiero que sepas que ya estoy harta de ti, de mediar entre tú y tu soledad, es un hecho que tendrás que afrontarlo sólo y vivir con ello, nunca he querido a nadie entre mí y mi soledad, es más, he tratado de matarla tantas veces, de hacerme amiga de ella ...

Es hora de mirar atrás si Windows me lo permite, y es que por casualidad encontré aquella nota en un archivo del ordenador. Buscaba unas direcciones dentro de unos ficheros que parecían oraciones a un Dios blanco. En un primer momento no entendí que yo era el destinatario, y es que empezaba con un “chaval” que me dejó un sabor agridulce, siempre me sentí un caballero, aunque ahora más que nunca lo que sé es que dentro de mí habita alguien borroso como un atardecer, de esos en los que todo el mundo sabe que algo va a acontecer. Voy a suponer que la autora de la nota es una antigua novia que contaba con la suficiente confianza como para tener la clave de mi ordenador o los suficientes conocimientos informáticos para burlar la contraseña. Allí estaba la nota como una anomalía en mi vida, agazapada más de diez años; soy consciente de que no renuevo mis equipos informáticos como debiera, pero tengo otras prioridades como comer y cuando digo comer no es hacerlo como un gourmet, sino simplemente alimentarme más o menos dignamente. La nota decía: “Quiero que sepas que ya estoy harta de ti, de mediar entre tú y tu soledad, es un hecho que tendrás que afrontarlo sólo y vivir con ello, nunca he querido a nadie entre mí y mi soledad, es más, he tratado de matarla tantas veces, de hacerme amiga de ella otras tantas, hasta he suplicado para que se quede conmigo, pero mi soledad se queda siempre sola. Te vi borracho del brazo de otra” (aquí me pregunto: ¿Borracho yo? ¿Hace diez años? No creo) “Sé que te di mi amor, me confesaste que te has sentido amado como un hombre y ahora me condenas al olvido, me dejas morir enamorada” (aquí estoy algo más despistado pero sigo leyendo) “Sé cuando tengo que retirarme y además sé que puedo olvidarte, infeliz” (pienso que “infeliz” es como una grieta en esta carta, un insulto o una constatación de mi realidad, yo lo tomo como una broma) “Piérdete de una vez, desdichado” (otro insulto) “Si hubiera sabido que nunca me amaste..., aunque lo que sí sé es que nunca me hiciste disfrutar” (no tengo claro qué quiere decir con esto) “Sé que no te puedo culpar por tu falta de firmeza, ahí te quedas, chaval” (fin).