ISSN: 1578-8644

LUKE nº 148 - Abril 2013



El valor de la conciencia o el sentimiento del mundo.

Emilio Varela Froján

Y es precisamente en su ausencia y vacío, donde no hay espacio que medir ni tiempo que contar, que el mundo y todos sus contenidos, su realidad y su existencia, no pueden ser sino absolutos ...

El sentimiento del mundo
como todo limitado es lo místico
(TLP 6.45)

Wittgenstein

Es imposible respirar y contemplar el mundo sin decirlo ni verlo como un todo terminado y limitado, y uno no puede decirlo ni verlo como un todo terminado y limitado a menos que lo respire en su nada y lo contemple en su vacío. Pero disponer de los términos del tiempo y de los límites del espacio para medir y quedarse en lo absoluto supone renunciar a toda promesa de eternidad e idea de infinito, pues el mundo y su contenido, no son la imaginación de la vida y su naturaleza, sino la conciencia de su límite e inexistencia. Es decir, en el mundo no hay tiempo sino duración, no hay espacio sino dimensión. Esto es, en el mundo no cuenta el tiempo de la vida sino la duración de la existencia, no se mide el espacio natural sino la dimensión de lo real. Sin embargo, es en un fragmento de la naturaleza y en un instante de la vida donde está toda realidad y existencia del mundo.

Y es precisamente en su ausencia y vacío, donde no hay espacio que medir ni tiempo que contar, que el mundo y todos sus contenidos, su realidad y su existencia, no pueden ser sino absolutos. O lo que es lo mismo, todas las miradas y todas las palabras que se refieren al mundo son límites de la realidad y términos de la existencia. Por lo tanto, la forma y la materia del mundo, no está en una imagen ni en un significado, sino en la manifestación concreta de su propia inmovilidad y silencio.

Pues sólo es posible conocer el mundo, no desde las ideas y conceptos de una ciencia, sino a través de los hechos o las manifestaciones de una conciencia. Es decir, el conocimiento del mundo y su contenido están en unas formas metafísicas y no metafóricas o, lo que es igual, les corresponde un pensamiento de lo absoluto y no de lo abstracto, lo que necesariamente se revela en una estética de lo inmóvil y del vacío, y en una poética del silencio y de la ausencia, contrarias a la máscara de la belleza y a la expresión del ideal, cuya finalidad última está en una ética, no del valor abstracto de los sujetos y objetos sino absoluto de los seres y las cosas, por lo tanto, una estética y una poética que no se definen ni en la imaginación de la vida y la naturaleza ni en las ideas y los conceptos de la ciencia, y sí en las realidades y los límites de la conciencia. Sin embargo, en esta insignificancia e inmovilidad, en esta ausencia o falta de sentido y su silencio, están todos los misterios de lo real: “Estéticamente, el milagro es que exista el mundo”, en expresión de Wittgenstein.

Efectivamente, la solución al misterio de la vida y de la naturaleza en el espacio y en el tiempo reside en los límites de la realidad y en los términos de la existencia. Por lo tanto, no son problemas que ha de resolver una ciencia natural o física, sino una conciencia real o metafísica. Esto es, el conocimiento del mundo en su dimensión y duración absolutas no es a través de las imágenes y significados abstractos, sino contrariamente a través de la inmovilidad y del silencio concretos del ser y de sus cosas. En definitiva, el mundo se muestra no por la imaginación simbólica, las ideas y los conceptos que se extraen de la naturaleza y de la vida, ni por los rostros y nombres inventados para comprender y dar sentido a su inmovilidad y silencio, sino por una conciencia de sus propios límites y términos.

Sólo en la inmovilidad y en el silencio de los seres y de las cosas, en la conciencia de sus límites y términos, se puede conocer la dimensión real del mundo y tener la duración exacta de su existencia, esto es, únicamente a través de una forma sensible del pensar, de dar con el pensamiento no en la idea de una ciencia, sino en la lucidez de una conciencia o, mejor, de acercar la luz al latido y, de esta forma, tratar directamente con los hechos concretos de lo absoluto, y no con los conceptos abstractos y simbólicos que inventaron la imagen de la realidad y el sentido o significado de su existencia para, como lo definió certeramente Wittgenstein, recuperar en las cosas, en su realidad y su propio ser, “el sentimiento del mundo”.

Wittgenstein: silence. Fotografía vía tresnormale.com