ISSN: 1578-8644

LUKE nº 148 - Abril 2013



La cigüeña negra

Jesús Esnaola

Porque a la mañana siguiente, cuando los niños salen de casa para ir al colegio, a bañarse al río, o a acompañar a padre y madre a realizar las tareas del campo, la cigüeña negra los sobrevuela, encuentra al error del que el eco le habló por la noche y lo pinza con su pico ...

Desde el campanario más alto de la comarca domina los pueblos dispersos por el valle. De lejos parece una cigüeña pero sin las plumas blancas que a éstas les otorgan respetabilidad y elegancia. Sólo destaca en su negrura un gran pico rojo con el que crotora por la noche, tras lo cual se queda muy tiesa y escucha al valle, lo que el eco le devuelve. Después, como un oráculo que anticipa el porvenir, cierra los ojos un segundo y alza el vuelo, en busca del origen del sonido.

Su vuelo es circular, silencioso, sólo la delata el batir de alas que la ayuda a frenar para posarse. Tal vez si fuera mortal prestaría más atención a las maniobras de los Olvidados que, cuando la sienten acercarse, cuando perciben la breve brisa de muerte que trae su aleteo, se encierran en sus casas y cenan reunidos, abrazan a sus hijos y los consuelan, cada uno convencido de la inocencia de sus pequeños.

Porque a la mañana siguiente, cuando los niños salen de casa para ir al colegio, a bañarse al río, o a acompañar a padre y madre a realizar las tareas del campo, la cigüeña negra los sobrevuela, encuentra al error del que el eco le habló por la noche y lo pinza con su pico por el pantalón, la camisa o los pelos, si es necesario, para llevárselo volando, de vuelta, al lugar de donde nunca debió salir.

Y el pueblo queda triste unos días, sólo unos días, que después se pasa todo.

Jesús Esnaola