Espacio Luke

Luke nº 140 - Junio 2012. ISSN: 1578-8644

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En las distancias cortas. Mascotario (XI). De cómo haciendo footing serví de cebo a un arrantzale de San Pedro que pescó una pieza única con sorpresa interior (última parte)

Kerman Arzalluz

El abuelo pescador se puso muy contento al ver el ajetreo cerca de la superficie. "¡Euli earra! Honako batekin kriston alea harrapatu nun behin", dijo el arrantzale y luego soltó una sonora risotada para terminar diciendo "Korrikalari inozoak!"

El tira y afloja se demoró durante más de media hora. En ese tiempo se fueron arremolinando a nuestro alrededor otros corredores y curiosos, y Juan y yo tampoco perdimos ripio con la mirada de nuestros tres ojos clavada en el agua.

El abuelo farfullaba palabros ininteligibles, soltaba carrete y lo recuperaba en un esfuerzo titánico. Nos llamó la atención que, cuando él se estiraba, se arqueaba la caña y que, cuando se doblaba hacia delante, era la caña la que recuperaba su rectitud.

Pasados cuarenta minutos, los movimientos próximos a la superficie comenzaron a ser más débiles y en un arreón final tan decidido como delicado empezó a surgir del agua la pieza. ¡Ni más ni menos que un jaburrodelo! Un jaburrodelo es un pollino anfibio de pata negra y cola larga, el overcraft del mundo animal, un bicho que se desenvuelve con idéntica efectividad en tierra y agua. Un espécimen que en primavera y verano vaguea y en otoño e invierno no hace nada y se pirra por los globos oculares con faldón.

Del vientre de aquel ejemplar de jaburrodelo se extrajo una focaccia, que es una foca originaria de Génova del tamaño de un pan grande, y de la focaccia sólo se sacó un mero, vamos, un mero mero. El arrantzale echó el mero al cesto y se fue para casa. Y fue al abrir el vientre del coloso perciforme cuando apareció un gurruño entre las vísceras. La etxekoandre deshizo la bola de tela y cuando la tuvo totalmente extendida y hubo retirado la porquería de su superficie pudo ver el dibujo. Ene jainkoa!, exclamó al ver el tigre saliendo de la krabarroka. Supo de inmediato –pues su condición de "mujer de casa" en un pequeño pueblo de pescadores no le había impedido desarrollar las inquietudes propias de su rico mundo interior, fruto de las cuales había cursado y completado, entre otros, sus estudios por correspondencia de Home English– que aquello no era un dibujo sino una pintura y que se trataba del mismísimo "Dream caused by the flight of a bee around a pomegranate a second before awakening".

Ni corta ni perezosa, se limpió los restos de pescado en la mandarra, pinzó el lienzo con el índice y el pulgar y lo echó al cubo de la basura. "Adina honekin nik ez det ya ezer behar. Gainea, los que venden estos cuadros son unos sinvergüenzas, como los futbolistas, tantos millones y… beno, beno!"

Días después recibí una llamada de la buena mujer, diciéndome que ya se había enterado del "susedido" y que le había costado mucho, pero "al final ya había buscado mi teléfono" y que me tenía guardada la lentilla que había recuperado del ojo al limpiar el ejemplar. Al día siguiente acudí a su casa por pura deferencia, di buena cuenta del estupendo hamaiketako a base de tacos de bonito –embotado por ella–, anchoas y guindillas, todo bien regado con txakolí, que me puso la buena mujer, y recuperé mi lentilla que por cierto, estaba del revés, vamos, como nuestro footing, dada la vuelta hacia atrás.

corredor