Espacio Luke

Luke nº 136 - Febrero 2012. ISSN: 1578-8644

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En torno al humanismo (y II)

Sergio Sánchez-Pando

Lo preocupante de verdad es que todos los indicios apuntan a una nueva vuelta de tuerca en la dirección contraria. ¿Cómo interpretar, si no, el anuncio por parte del actual gobierno conservador-liberal de Gran Bretaña, dentro de su paquete de medidas dirigido a reducir el déficit público, de un sensible incremento en las tasas universitarias que será más acusado en el caso de las carreras de Humanidades? ¿Serán acaso éstas las culpables de la dinámica, del estado de cosas que nos ha traído hasta aquí? ¿No es más bien al contrario? ¿Por qué son los gobiernos conservadores quienes más se ceban con esa clase de formación que no tiene un carácter técnico? Aún resuenan los ecos del hachazo en su día propinado por Ronald Reagan al National Endowment for the Hummanities, la institución estatal responsable de promover el interés por las Humanidades en Estados Unidos.

Es ya antigua la especulación acerca del interés que los poderes establecidos –no sólo las dictaduras– pudieran tener en la formación de ciudadanos competentes, efectivos, productivos desde la lógica del crecimiento económico. Las Humanidades, desde dicha óptica, podrían ser vistas como una distracción –en el mejor de los casos– cuando no una amenaza en la medida en que promueve el pensamiento crítico y el cuestionamiento de la realidad. Al poner el interés del ser humano, del individuo, del ciudadano, en el centro de sus preocupaciones, los humanistas resultan difíciles de moldear ante los designios que lo someten a un ideal o a un objetivo.

Pensemos, por ejemplo, en la filosofía del decrecimiento que aboga por la descolonización de nuestro imaginario respecto de la ideología productivista desconectada del progreso humano y social, y por el reforzamiento y el debate en torno a valores humanistas –dignidad de la persona, fraternidad, justicia, libertad, solidaridad– como factores de progreso, de modo que el crecimiento económico no ocupe el centro de todas las decisiones. Una interpretación del humanismo sin duda peligrosa para el modelo productivista hoy dominante.

Cuanto más acuciante parece hacerse la necesidad de un cambio de enfoque mayor es, sin embargo, el desprecio que nuestros gobernantes dedican al humanismo. Una razón más para decir ¡basta, no en mi nombre! Sea por ignorancia o por convicción –que cada cual juzgue qué opción es peor– ha llegado el momento de plantarse y gritar: ¡éste no es el camino! No acabo de entender por qué razón los humanistas británicos no alzan la voz contra su gobierno, por qué los escritores en ese país no siguen el ejemplo de Santiago Serra y rechazan los premios a ellos otorgados por un gobierno que desprecia su formación, o por qué asistimos resignados, abstraídos, a un proceso mediante el cual se nos arrebata el lugar central que los seres humanos deberíamos ocupar en su toma de decisiones. ¿Será que nuestros gobernantes han decidido que el humanismo pase a formar parte del ámbito privado de las personas?

Lecturas recomendadas:

Martha C. Nussbaum (2010): Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades. Editorial Katz.

Jordi Llovet (2011): Adiós a la universidad. El eclipse de las humanidades. Galaxia Gutenberg.

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