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Espacio Luke

Luke nº 131 - Septiembre 2011

El cucumis melo bufo bufo

Kerman Arzalluz

También conocido como melón piel de sapo, es una excentricidad que uno puede encontrarse sentado a la mesa.

Se trata de una combinación fruta-animal que ha hecho de la debilidad fortaleza, del defecto virtud a través de la simbiosis, ya que con su pulpa blanco-amarillenta, compacta, crujiente y dulce es un reclamo irresistible para plagas como la de la oruga y la mosca blanca, que se acercan hasta la fina epidermis frutal con la intención de devorar y terminan siendo devoradas por la lengua viscosa protráctil que aparece fugaz para desaparecer rápidamente en su interior.

Si domina la parte anfibia sobre la frutícola, es más correcto denominar al engendro “bufo bufo cucurbitáceo” que, como bufónido predominante, se muestra de normal jovial y divertido.

Actualmente, esta fruta-animal se encuentra en las mejores fruterías y en los puestos de las plazas. Sirve de entrante o de postre según domine la facción frutícola o animal del ejemplar. El melón piel de rana es una especie prima-hermana del melón piel de sapo muy difícil de encontrar en la mesa porque, a diferencia de este último, el melón piel de rana tiene la corteza resbaladiza, por lo que es casi imposible su aprehensión, y el fruto termina las más de las veces sin venderse, pudriéndose en el interior de su caja.

El melón piel de sapo también vale para solaz del hombre, en especial de niños y adolescentes, que disfrutan con él en las fiestas patronales veraniegas de pequeños pueblos. El juego consiste en lanzarlo con violencia contra la pared, procurando adivinar si se trata de un ejemplar animaldominante o frutodominante. Los enardecidos jugadores cruzan sus apuestas antes de hacerse el silencio para escuchar con nitidez si el ejemplar hace al estamparse un ruido de tripas reventadas o un sonido de fruta fresca golpeada. Existe una tercera posibilidad, la de que se escuche un tremendo croar como de eructos superpuestos. Esta opción es extraordinaria y se paga cien a uno.

En el melón piel de sapo –como se aprecia con nitidez clickando en el dibujo anatómico– apenas se observa exteriormente rasgo animal alguno porque los ojos y las patas han ido menguando por el desuso hasta reducirse a la mínima expresión, y además se retraen hasta esconderse por completo debajo de la corteza.

Para saber en qué momento se encuentra el melón piel de sapo se coloca el ejemplar sobre la palma de la mano mientras con el pulgar de la otra se le aprieta el culo. Si croa, se encuentra en edad de reproducción, si no croa está maduro y listo para alimentar al poco escrupuloso o amante de los maridajes propios de la nouvelle cuisine.

Dada la naturaleza excepcional de la criatura, algunos afirman que bien podría no haber sido un tropiezo de la naturaleza, sino el resultado de la experimentación del biólogo austríaco Paul Kammerer con sus teorías y las de Gregor Mendel, quien, por cierto, desde el principio lo tuvo claro y se decantó por los guisantes frente a los melones, entre otras cosas, por una prosaica cuestión de falta de espacio.