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Espacio Luke

Luke nº 132 - Octubre 2011

Exceso de talento

Ricardo Triviño

Han pasado siete años desde la publicación de Blankets. En 2006, Astiberri publicó Cuaderno de viaje, que compilaba los dibujos y apuntes que realizó el autor durante su estancia por Europa y Marruecos en 2004. Pero esto supo a demasiado poco. Había gran expectación por el nuevo trabajo de Craig Thompson, y así lo están confirmando las buenas ventas en Estados Unidos. Las elogiosas críticas por parte de los distintos medios han llegado a afirmar que “eleva el listón de la narrativa gráfica a nuevas alturas”.

Hay que decir que Habibi es un novelón de 672 páginas donde cabe de todo: desde las Mil y una noches hasta el Corán y la Biblia, desde la fábula hasta la crítica social. Su lectura es densa. La trama abunda en elipsis y analepsis, además de incluir varias parábolas. La cantidad de información sobre los textos sagrados o la caligrafía árabe, sumada a la desbordante información visual de cada página, algunas edificadas como los majestuosos muros de la Alhambra, derrotan al ansioso lector con prisas.

Se podría decir que, únicamente superando a Blankets en setenta y dos páginas, Habibi parece tener el doble que su predecesora. Donde en la primera era posible respirar, detenerse a recuperar resuello, en esta última es imposible. Todo abruma con una tensión desasosegante. Por supuesto, como en cualquier obra de Thompson, hay lugar para el amor pero, en este caso, se encuentra en lidia constante con un mundo demencialmente cruel. Se trata de un drama con pocas concesiones a la risa.

El amor se reflejaba en la amistad de los protagonistas de Adiós, Chunky Rice y en las vivencia de Cuaderno de viaje. No puede faltar porque es el elemento salvífico, el destructor de las soledades y la desigualdad. Es un sentimiento colmado de respeto y solidaridad. En la relación de pareja, abarca igualmente el sexo, no como elemento esencial, pero sí, sin lugar a dudas, integrante. Thompson ya dejó claro en Blankets que rechaza cualquier culpa o pecado impuestos contra la relación sexual amorosa.

Es imposible negar la admiración y el respeto que despierta abordar en estos tiempos de confrontación un proyecto tan complejo y necesario como es el de acercar las religiones islámica y cristiana. Sin embargo, a pesar de la tarea hercúlea por mostrar que no son tan distintas y demostrar que la unión (a través del amor global) es la mejor arma contra la injusticia, el relato no resulta estimulante. Se sabe hacia dónde se dirige el autor, se intuye cómo acabará. Habibi es en esencia Blankets llevada a extremos formales y morales.

En medio de una ingente biblioteca de información, entre las referencias veladas a pintores del XIX y poetas semitas, el último cómic de Thompson olvida el placer de la lectura. Uno se siente fustigado por el creciente número de parábolas, por el hiriente odio que sienten los protagonistas hacia sí mismos. Uno no los percibe como personas reales, sino como muñecos, como moscas incapaces de escapar de una telaraña atroz. Enredados en una desmesura intelectual, sus vidas desaparecen.

El éxito de Blankets radicó en que, mientras reflexionaba acerca de los límites de la religión, en ningún momento dejaba de contar una historia. Ahora, la narración parece una mera excusa para reflexionar sobre ética, justicia y estética. Está más cerca de La isla de Huxley que de Un mundo feliz. Podría afirmarse que nos encontramos una sucesión de arabescos espectacular, un derroche de virtuosismo con escasos precedentes en el mundo del cómic, pero su misma saturación nos impide disfrutar.

Thompson ha llevado a su cima creativa lo que casi una década atrás inició con Blankets. Desgraciadamente, capa tras capa de análisis, ha perdido el candor y la cercanía que aquella obra transmitía, la fascinación con que veíamos a su personaje crecer. Y es que donde dos mantas pueden abrigar, nueve terminan por asfixiar.