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Espacio Luke

Luke nº 133 - Noviembre 2011

La máscara y el canto XIV. Nocturnos y despertares

Emilio Varela Froján

Paisaje nocturno
Técnica mixta sobre lienzo. 92 x 72,5 centímetros (1996)
Autor: Emilio Varela Froján

1

Siempre estoy
en la mitad en sombra
de lo que soy.

 

(Donostia, 5 de septiembre de 2002)

2

Fueron los días del sacrificio:
cuando me despertaba la realidad
antes que la vida.

(San Sebastián, 22 de enero de 2005)

3

Éste era el despertar esperado:
pura la luz en los ojos
y en la boca el aire
limpio de voces.
Gestos de silencio
traídos de la noche,
y una nada entre
el sueño y el olvido
como en la creación del mundo.

(San Sebastián, 8 de febrero de 2009)

4

A veces, despertar
es como un alumbramiento,
pero sólo con el dolor, sin la madre.

(San Sebastián, 9 de febrero de 2011)

5

NOCTURNO

Lejos como en el olvido está su rostro inmóvil.
Es un astro dormido entre la luz de la memoria y del sueño.
Su respiración en el aire de la noche repite órbitas de silencio.
Es el lento gesto de su ausencia que
tiene la lucidez de su futura desaparición.

(San Sebastián, 6 de agosto de 2009)

6

DESPERTAR

Al despertar del sueño sucede la memoria antes que la vida. Y puesto que los sueños y los recuerdos son anteriores a todo acontecer en la luz y en el tiempo, no tienen, no pueden tener rostros ni nombres. Así de la noche y del olvido no es posible despertar a los cuerpos con voces suyas ni imágenes de sí. Sin embargo, existen, dormidos al borde de la luz o despiertos en el centro de las sombras, los cuerpos que se pierden en sí mismos llevados por la gravedad de los días.

(San Sebastián, 2 de mayo de 2004 y 18 de septiembre de 2011)

y 7

NOCTURNO Y DESPERTAR

Para José Antonio Pizarro

I
Bajo una lámpara que quema la noche, pienso, extraña lucidez, que los demás, en la luz buena del sueño, olvidan dulcemente lo que yo recuerdo con gravedad. Pues incapaz de dividir la noche en sueños, pongo orden en las sombras. Así se hace mi pensamiento, de lo que destruye la muerte, no de las abstracciones ni de las metáforas que descomponen el mundo, sino de los restos de la vida y de las ideas muertas, formas de una materia consciente que tiene la lucidez, no de los sueños, sino de las sombras. Es en esta pequeña nada dentro de la noche, en este respirar de ausencias en que contemplo la luz última de la desaparición, que comienzo oscuramente a medir la dimensión real de los espacios. Y condenado a contar el tiempo, a escuchar repetidas las campanas, fuera de esa especie de falsa eternidad que proporciona el soñar, voy instante a instante, fragmento a fragmento, recomponiendo el mundo. Soy, en esta soledad magnética, un imán en medio de la noche, un reloj al revés para los recuerdos.

II
Pero yo también, como el resto, necesito descansar del mundo, que la noche se cierre completa y me proteja, y si no es por el sueño, entrar en ella de una forma consciente. Y elijo entre mis pastillas la que me da descanso sin sueño, y la que me proporciona menor deseo, dejándome suspendido más tiempo en el centro de la noche, girando junto a las estrellas y los astros con igual gravedad, como si yo mismo, mi cuerpo y todo mi ser, fuéramos el cadáver de una forma pensativa varada en el corazón de una pasión inmóvil que recorre órbitas de fiebre y de enfermedad; lo que me deja otra vez sin sueños, y me obliga irremediablemente a pensar el mundo, la forma consciente de perder la vida, y a despertar antes del amanecer. Y sigo aquí, mientras a mi lado duermen, expulsado definitivamente del sueño, y contra la pared opaca de la noche, sin esperanza pero con la fe puesta en el olvido, en los sueños conscientes de la memoria, imaginando como siempre el dolor. Y rodeado de tantas ausencias, en un mundo solo, en medio de las sombras, y no de los sueños, aprendo lentamente a desaparecer en un único cuerpo de inmovilidad y de silencio.

(Fonzaleche, 7 de mayo de 2009, y San Sebastián, 15 de septiembre de 2011)