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Espacio Luke

Luke nº 128 - Mayo 2011

La máscara y el canto IX. La luz de la ceniza

Emilio Varela Froján

Obra: 2.ª variación del cuadro Cráneo, 1958, de Luis Fernández
Técnica: técnica mixta sobre papel cartón. 45 x 30 centímetros
Artista: Emilio Varela Froján
Enlaces: http://www.espacioluke.com/2010/Mayo2010/luke.html
http://poetasvascos.blogspot.com/2010/03/emilio-varela-frojan.html
http://www.poetasvascos.org/sala-de-exposiciones/mascaraycanto

Una poética

El poeta con su arte consigue esencialmente integrar en su obra dos cosas: la máscara y el canto, cuando es imaginativo; y la inmovilidad y el silencio cuando, después de las representaciones y de las metáforas, es plenamente consciente de su creación. Aquí está el programa de su arte y de su escritura, en los cuales la figura es superior a su imagen y la frase a su significado, es decir, en sus obras sucede de esta forma: nada en ellas es representado, pues no se puede ser por la imagen. Lo que ha sido creado, la criatura, no tiene apariencia. Ni nada puede ser en y con ella interpretado. Pues todo lo que se ha puesto en absoluto no admite más significados. Sin embargo, a pesar y gracias a estos límites, a estos términos, el poeta es capaz de ver rostros en el silencio y de escuchar nombres en la luz. Y, ciertamente, su obra encuentra el ser íntegro en un único y definitivo cuerpo de materia consciente, el poema, donde se dan al tiempo la respiración de la mirada y la contemplación de la palabra. Poema que ha sido escrito con un lenguaje llevado a su término, donde las palabras se dicen a sí mismas, y donde no interviene, para nada, la subjetividad del autor. Se ha pensado que esto no era posible, que siempre ha existido la voluntad del escritor. Y cierto es que ha sido así, pero cuando el escritor ha utilizado la luz falsa de la imaginación, cuando ha aplicado su poder en ellas, las palabras, y no las ha dejado decirse, cuando las ha utilizado en su propio beneficio. Pero el mundo que hacen visible las palabras sólo les pertenece a ellas, no al que escribe. En el mismo sentido, se ha creído que el poeta ha escrito para crear su propio mundo, pero esto, únicamente, ha ocurrido cuando se ha hecho un uso simbólico de la palabra, y cuando se ha instrumentalizado el lenguaje. Pero la finalidad del poeta no es la de tener un mundo propio. Pues sólo le afecta íntimamente lo más ajeno a su ser, lo que no es capaz de entender. Y, por eso, debe concentrarse en el pensamiento y su escritura, en atender exactamente a lo que dicen del mundo las palabras.

Y diez poemas

1

En las depresiones del cuerpo,
cuando el cerebro no soporta
más que una idea y el corazón
llena de sombras la memoria,
al borde de la desaparición,
la carne abierta por la luz se erosiona
y todo pensamiento envenena la sangre.
Entonces, pensar hace daño
y oscurece el corazón.

(San Sebastián, 4 de octubre de 2004)

2

La nada es el aire demente de las ideas:
la locura del espacio.

(San Sebastián. Día del libro, 23 de abril de 2005)

3

Compruebo que en mayor lejanía
los elementos de la naturaleza
se van transformando en criaturas
más reales. Es decir, al borde de
la desaparición los fenómenos son
ya experiencias de lo real...

(San Sebastián, 21 de diciembre de 2005)

4

En el aire de la desaparición,
con el rostro y el nombre de la ausencia,
construiré, cuando nada ya suceda,
un vacío posible al que llamar.

(San Sebastián, 6 de febrero de 2009)

5

Ahora que ya no estás en tu nombre,
que eres la forma más grave de una ausencia,
contemplo en el aire inmóvil de tu desaparición,
como en un espejo la luz de la nada,
las figuras y los gestos de la infinita soledad.

(San Sebastián, 23 de marzo de 2009)

6

De repente
las campanas se hicieron visibles
como la inmovilidad del bronce,
y las lámparas ardían todavía
en el silencio de los carburos.
Eran las voces y los ojos que
se consumían en la oscuridad
del sueño, eran los nombres
y los rostros en los espejos
de la nada y del olvido.
Y era cuando la luz se posaba
como el polvo sobre los párpados,
y las palabras eran cenizas en la garganta.

Pero no podían ser las imágenes
de la belleza y de las máscaras.
Ni los significados del sentido
y de los cantos.

Sin embargo, su ser consistía en los límites
de la carne y en los términos del verbo,
cuando la mirada y la palabra tienen
la lucidez de la lágrima y la gravedad
del abismo, y la visión y la oración,
la dimensión de la herida y la duración del llanto.
Donde, definitivamente, el cuerpo
del pensamiento o el mundo, encontraba
el verbo en la visibilidad del silencio
y la carne en la inmovilidad de la luz.

(San Sebastián, 28 de marzo de 2010)

7

La diferencia entre la fe y la esperanza
es como la que hay entre la gravedad
y el vértigo que frente al miedo
una es dimensión de la conciencia
y otra imaginación de la distancia.

(San Sebastián, 28 de mayo de 2010)

8

Pero la finalidad del pensamiento no es su función. Si pensar tiene como objeto la cosa y como sujeto al ser, si es un instrumento para representar la vida, su imagen y máscara, y expresar su naturaleza en los significados y los cantos, su fin último es llevar la idea a su límite y el deseo a su término, es decir, su finalidad realmente consiste en hacerse mundo, rostro y nombre de lo absoluto y concreto, un cuerpo único de materia consciente y la forma definitiva de una conciencia.

(Fonzaleche, 18 de agosto de 2010)

9

En la memoria
la imagen del fuego
tiene la luz de la ceniza.

(San Sebastián, 4 de noviembre de 2010)

y 10

Cuando mi rostro sea
la luz de la desaparición,
y mi nombre la respiración
de una ausencia,
tendré la edad
de la inexistencia,
y mi futuro
no será una esperanza,
sino un olvido.

(San Sebastián, 12 de abril de 2011)