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Espacio Luke

Luke nº 129 - Junio 2011

La máscara y el canto X. Diccinario Mallarmé (1)

Emilio Varela Froján

Cuando la imaginación no ilumina al mundo, es decir, cuando el mundo deja de ser una idea, el pensamiento, que ya no puede ser otra cosa distinta que mundo, comienza a referirse necesariamente a él mismo como cosa, y a su propio ser; lo que supone el reconocimiento absoluto del mismo como lenguaje y, en último término, como Libro. Exactamente, esto era lo que pensaba Mallarmé de su obra, y lo que estaba en el centro mismo de su arte poética. Y si, al inicio, la imaginación terrible de la belleza le llevó hacia un pensamiento de lo simbólico, a una poesía inicial de la metáfora y del ideal, la libertad que le otorgarán la conciencia del límite y la lucidez de la inexistencia, el conocimiento real de la muerte (el recuerdo de su hijo Anatole le acompañará siempre) le permitirá desarrollar una arte total, es decir, plenamente consciente y necesario, la obra más radical del arte moderno.

De esta lectura crítica de su obra, es decir, de la comprensión de los límites y de los términos de su pensamiento, ha resultado todo un vocabulario para la definición exacta de la poesía y de sus formas, no entendidas como las metáforas infinitas del lenguaje, sino como una combinatoria única de términos con base en lo metafísico; pues sólo el hecho absoluto de la muerte, la lucidez de su realidad y la conciencia de la inexistencia, une los extremos de la lengua y el mundo. Se trata, en síntesis, de los términos del Libro (de un diccionario terminológico de lo poético) que repiten uno a uno los límites del Mundo.

LO ABSTRACTO Y LO ABSOLUTO

Lo que para un pensamiento abstracto, para la formación de una idea, es imagen y significado, para el conocimiento de lo absoluto y su definición es inmovilidad y silencio. Es decir, el que representa y expresa sus ideas a través de las metáforas de la belleza y del ideal, lo hace con las máscaras y los cantos inventados por la imaginación simbólica, y el que manifiesta su pensamiento por las formas metafísicas de la desaparición y de la ausencia, por una conciencia de la inexistencia, lo hace a partir de los rostros y nombres de lo absoluto que definen, concretamente, los límites y los términos del mundo.

EL MUNDO

Pero el mundo, el conjunto de lo real, no tiene otro pensamiento para ser que la conciencia, es decir, el conocimiento definido por los límites y términos de lo absoluto o las razones metafísicas de la inexistencia. El mundo que se define, por lo tanto, en su inmovilidad y su silencio no puede ser representado por las imágenes ni expresado por los significados. La duración y la dimensión reales del mundo son, por lo tanto, la nada y el vacío. Es decir, la capacidad de inmovilidad en los seres se mide por la dimensión de su vacío y la duración de su ausencia. O, de otra forma, el mundo es el cuerpo del pensamiento que está hecho de la materia consciente.

EL PENSAMIENTO

Pero se trata de pensar con una materia consciente más directa, una materia que da forma visible a la ausencia y al silencio, un material muy superior a las metáforas y a los significados, que hace de las palabras, y de los nombres, términos que describen los límites del mundo, y que, al contrario, de las ideas simbólicas y abstractas dan un cuerpo absoluto al pensamiento.

LA CREACIÓN

La creación, no como la imaginación de lo abstracto, sino como la manifestación de lo absoluto.