Andar

Marta Ballbé

A las ciudades se las conoce, como a las personas, en el andar
Robert Musil

Te encanta andar. Odias correr. No tuviste más remedio que aprender a hacerlo rápido de la mano de un padre veloz de piernas largas en las afueras de aquella ciudad industrial ya venida a menos. Tarea obligada durante los largos veranos en la playa para intentar corregir unos pies grandes de extrañas huellas.

Andar, metáfora recurrente del paso del tiempo, donde cada uno de tus pasos determina la dirección y el rumbo del siguiente, pero sin saber con acierto hacia dónde te diriges. Tampoco quieres saberlo.

Andar ciudades, conocerlas, vivirlas. Andar playas, andar caminos y atajos. Andar al lado de un amigo, que siempre tiene un ritmo diferente del tuyo, quizá más contemplativo, o tal vez más apresurado, pero que al fin y al cabo anda contigo, y tú con él.

Pasos cortos, pasos largos, pasos de gacela. Izquierda, derecha, izquierda, derecha.

Y andando observas andares altivos que esconden inseguridades que intentan ser camufladas. Andares seguros de pasos firmes. Andares elegantes que te hacen volver la vista atrás, en busca de un gesto perfecto que te cautive.