Musicalidad

Kerman Arzalluz

Blas levantó la piedra, escudriñó el terreno y enseguida vio al alacrán agazapado en una pequeña oquedad. Se agachó para calibrar mejor las fuerzas del rival. El alacrán sintió la amenaza y arqueó la cola para atacar. Blas no se inmutó y lo atrapó con habilidad, con la pericia acumulada en un largo verano de cacerías.

Lo colocó con mimo sobre el lecho de algodón y cerró la tapa del tarro de cristal. Se pasó la manga de la camisa blanca por la cara y la mezcla de tierra y sudor quedó esparcida por la mejilla, dándole un aspecto aún más travieso. Estaba muy excitado porque tenía un buen puñado de ellos, eran mucho más raros y peligrosos que los caracoles y saltamontes que cogía habitualmente en la campa de al lado de casa y su sonido era un misterio. Le encantaba jugar y dar la nota con todos aquellos animales.

Por la tarde liberó a todas sus presas sobre el suelo de cemento de la plaza y rápidamente montó en su bici. Disfrutó de lo lindo con aquellos crujidos como de pan frito.