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Espacio Luke

Luke nº 130 - Julio-Agosto 2011

El Columpio de la esperanza

Enrique Gutiérrez Ordorika

Son absurdos algunos milagros: el ciego que ve y no distingue, el suicida que sobrevive y padece una enfermedad incurable, el júbilo por una victoria en la que perecemos, el beso arrebatado a una mujer en un adiós sin esperanza. Las escamas del temblor obnubilan los ojos del niño. La inocencia contiene rostros culpables. El silencio, alaridos. Job, el paciente, murió desnucado. Resbaló con una de las bolas caídas del rosario que perteneció a un tal Judas. Necesitaba el cordel para hacer el lazo con el que columpiarse del árbol. Quería ser pájaro y pensó que, estirando el cuello, un oculto automatismo le desplegaría las alas. Hay pisadas de víctimas en la lejanía, sin cementerios. Hay falsedad en el oráculo, sinonimia de horrores antiguos. Una larga hilera de peregrinos lleva dos mil años desperezando el año cero. En estucado couché, lujoso al tacto como el pubis de Venus, se les anuncia sábados y domingos. Letanía del responso para cosmonautas que no soportaron el aliento de la gravedad, cuando alguien abrió la escotilla de la nave y los vomitó desde el centro del útero. En la habitación azul, el mar hecho pared ronronea herrumbres y lástimas, elegía de nombres propios recreada por el musgo en las tapias de un ayer indómito, donde anidan grietas, arrugas y deudas. Piedras que van y vienen en la quietud y la paciencia de viajeros de la eternidad, a los que provoca risa el triste deambular de cualquier Marco Polo. Deambulan por desiertos de polvo que habitan el insomnio donde muere de sed el último camello, y lagunas que han crecido lentas, goteando lágrima a lágrima las traiciones del porvenir. Se inventan la nube y las imágenes. Antes la vela era de cera carnal y la luz brillaba en el consumo. Lola y Ricarda salpican los aceites, Milagros, el vaivén de los cestos. La edad se pudre. El trago salado blasfema. Los ojos del gato brillan en la oscuridad como dos diamantes, y el escalofrío contamina el queso que devoran los ratones, inmunes a los polvos venenosos de granos verdes...