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Espacio Luke

Luke nº 130 - Julio-Agosto 2011

Poemas

Manuel Insa

Manuel Insa Lacalle (Madrid, 1989). Ha alternado su vida entre Marbella (1995-2002) y Madrid, donde vive desde 2002. Estudiante de Derecho en la universidad Francisco de Vitoria, compatibilizó su carrera con estudios de interpretación en la escuela Cristina Rota (2008-2009). Ha escrito su primer libro de poesía, "La mirada de las traviesas" (2009), inédito hasta la fecha.

A SOLAS CON ELLA

Encerrado entre cuatro paredes
de una habitación desconocida,
preso de tu propia existencia,
no hay espacio para el tiempo
ni memoria que recuerde el lugar
donde descansa tu cabeza.
Sueño y realidad abrazan
cada instante de sonrisas,
el guiño de un ojo amigo y compañero
te devuelve el afecto
que te roba la rutina,
los suspiros se percatan
del aire más puro que creó la naturaleza,
y entonces entiendes
el verdadero significado de la mujer.
La sombra de un día asombroso
entre sábanas blancas,
ruidos,
el sonido de la vida
fuera de aquella ventana,
tu propia vida cercada y completamente libre.
Traductor de dulces sonidos ya inventados,
mago de la inmortalidad
del sentimiento,
hacemos que nuestro cariño
tenga su inmerecida muerte
en la mirada y no en el alma.
Te abrazas a ella mientras puedes,
los minutos, los segundos,
¡corren en tu contra!
Aprecias el sabor del agua,
el olor del aire
y la puta sensación del amor imposible.
Necesitaba sentir aquella alucinación tan maravillosa,
pronto la olvidaré,
y los coches volverán a sonar como antes.

TAN SÓLO SER HUMANO

Del círculo extasiado de los mortales malditos,
dos ruedas imaginarias de poesía sostienen la luz.
En la columna de la vida, aprietan el firmamento,
las manos firmes de la lucha,
los corazones claudicados de la reproducción.
En la dulzura denostada de sus gestos,
el mesías humano eleva entre sus manos, la armonía.
La autopista sin sentido del lamento purifica sus heridas,
en aquel instante donde los unicornios
clavaron su cuerno en la ilusión.
Vuelvo a nacer por otro agujero de placer.
Mientras los cuerpos se deslizan
en el éxtasis de la palabra preguntada,
la forma desviste el contenido,
violando su eterno manifiesto,
mostrándome el lado cruel de la evolución.
Aún así, ahí estaba ella,
la musa perdida de mis cuentos,
para gritar mil veces infinito,
devolviendo con su encanto enrabietado,
la pasión de conocer desconocidos.
En la estrella de los cien cielos que asoma sus vergüenzas,
¡me hallaba yo!, ¡maravillado!,
desnudando aquella nostalgia pelirroja
de los cálidos mantos que cautivan su figura.
Mi vida arrodillada por cualquiera de sus prendas,
el océano profundo que proclama su conciencia.
¡Permítanme señores y señoras,
divulgar la fiesta en cada una de vuestras esquinas!,
es preciso llevar consigo la inocencia,
¡la de un recién nacido basta!,
para brillar en la oscuridad,
luciérnagas de almas desgastadas,
esquivar los recuerdos maltratados
con la grandeza de vuestra eternidad.
Cada virtud, alcanzará su premio,
el trofeo de la caridad colgado del cuello,
la seducción de un arco iris atravesando el cielo,
que baja lentamente para acariciar mi sombra,
pintada de blanco.
Nunca quise ser un ángel, tan sólo ser humano.
Y ya van diez veces diez,
las veces que el afecto me sorprende,
en sus inmortales posturas
de sensación equilibrada.