Luke nº 122 - Noviembre 2010 (ISSN: 1578-8644)

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Aspereza y suavidad
... la poesía de Fischerová nace de la necesidad de poner sobre el papel la propia intimidad ...

José Lezama

A comienzos de este verano, Bassarai publicó una interesante antología de Viola Fischerová (1935), escritora checa cuya errante y zarandeada vida puede rastrearse en este libro, que reúne poemas de un total de nueve obras.

El volumen arranca con Poemas fúnebres por Pavel Buksa, del cual es preciso aclarar su origen. Fischerová estuvo casada con Pavel Buksa, nombre real del escritor Karel Michal, hasta que éste se suicidó en 1984. El libro comienza con el sobrecogedor “Todavía te siento en la mano”, dirigido al marido perdido, en un canto a la ausencia que muestra desde los primeros versos las credenciales estéticas de la checa: desnudez sentimental, profundidad tonal y austeridad expresiva.

Acierta la solapa del libro cuando advierte que la poesía de Fischerová nace de la necesidad de poner sobre el papel la propia intimidad. Da la impresión de que sus poemas brotan de un impulso por saldar constantemente cuentas con sus sentimientos y la realidad, en un intento por estabilizar, y quizá trascender, la experiencia. Así, en La hora anciana, la checa rinde homenaje al paso del tiempo y al extrañamiento del cuerpo en el declive de las mujeres mayores.

Por su parte, Remota cercanía, cuyo primer poema seleccionado enlaza magistralmente con el último del libro anterior, puede leerse como un poemario del regreso y del reencuentro con el paisaje y los objetos de toda una vida –antes que, nótese, con las personas–. Aquí gozamos en todo su esplendor de la Fischerová de las referencias concretas (“un viejo manzano” o “las hojas de la parra silvestre”), cuya mirada se posa en las cosas para denotar la finitud propia.

Fijado el paisaje, Montaña rusa de los hogares anuncia desde el primer verso sus intenciones: “Nada aquí me pertenece”. Como si hubiera reconocido lo perdido, la poeta admite el peso de la casi metafísica ausencia en los lugares de siempre. Soledad madre reincide con toda la intensidad en el tema del amor, la soledad y la muerte, con versos que dialogan con el pasado o invocan a Dios o al amado muerto. Más abierto a los otros parece Ahora, donde tras el regreso; la asunción de la realidad; y los recuerdos, la voz poética parece asumir el instante en versos tan nítidos como el inaugural.

Antefinal es desde su título el poemario que con mayor explicitud aborda la tristeza por el paso del tiempo y la cercanía de la muerte. Con símbolos tan simples como la piedra que rebota en el agua, Fischerová se atreve a decir: “Imagen de lo que pasa de largo / y nadie echa en falta”. Un tono más luminoso tiene La niña de arena, donde la voz parece replegarse en los recuerdos para celebrar al amor más hedónico y sensorial.

Como decía al principio, la maestría de Fischerová no se aprecia sólo en la elección de los temas, sino también en el tratamiento formal, muy unitario, de toda su obra. Son rasgos distintivos de sus poemas la ausencia de puntuación, las rupturas estróficas y la extensión media de casi todos. Pero sobre todo, es sobresaliente cómo la sentida confesión, que se mezcla con la referencia exterior (a objetos y seres que la rodean), y los desdoblamientos autorreferenciales (al yo del pasado, por ejemplo) configuran un aliento cálido y humano que de inmediato envuelve al lector con su sencilla elegancia. Me he sentido cómodo entre los versos de Fischerová, poeta de sentimientos ásperos contados suavemente a la que he acompañado a veces con gozo, a veces con temblor, a lo largo de todas las páginas de esta notable antología.

Viola Fischerová